viernes, 28 de diciembre de 2007

Los aficionados contraterroristas o de cómo se sigue extendiendo la paranoia "antiterrorista".

Los aficionados contraterroristas o de cómo se sigue
extendiendo la paranoia “antiterrorista”.

Por Adán Salgado Andrade


No cabe duda de que el control mediático del gobierno de George Bush y sus halcones, así como de las grandes cadenas noticiosas estadounidenses, siguen ejerciendo una fuerte dominación tanto en la forma de pensar, así como en el comportamiento de buena parte de los individuos en este mundo tan convenientemente globalizado. Por ejemplo, en México, tomando cómo pretexto el “combate al narcotráfico y al crimen organizado”, recientemente se aprobaron infames leyes que, antes que nada son denigrantes para la dignidad humana y los más elementales derechos de los ciudadanos, quienes, entre otras cosas, ya no podrán oponerse a que un simple policía que “sospeche” que allí se realizan actividades ilegales (esto quedó a “criterio”, así que las actividades ilegales pueden ser desde venta de estupefacientes, hasta activismo político), pueda allanar su domicilio sin ninguna orden de cateo (o sea, el requisito legal que antes era indispensable para tal acción y que era emitido por un juez). También es legal ya el espionaje telefónico y las grabaciones ilegales que de éste se obtengan, con las que se podría incriminar sin ningún problema a cualquiera. Es ya constitucional, en el mismo orden de cosas, la caución carcelaria preventiva ¡hasta por dos años! Si alguien es considerado “sospechoso”. Como puede verse, cualquier parecido con la ilegal, absurda y dictatorial “Ley patriótica” de EU, ejercida por el Department of Homeland Security, no es mera coincidencia, ya que México siempre ha sido considerado por aquel país como una zona de contención de las posibles “amenazas terroristas” que pudieran provenir desde allí. Debido a esa ley, todo ciudadano estadounidense puede ser legalmente investigado y allanado en sus actividades diarias, sin que sea eso considerado una violación a sus garantías individuales, todo en aras de la seguridad del país.
Por si fuera poco, se instrumentó un Plan México (eufemísticamente llamado Plan Mérida) que pretende combatir también al narcotráfico durante los próximos tres años, muy parecido al Plan Colombia, en el que EU invertirá sólo $1500 millones de dólares, en tanto que México gastará $7000 millones de dólares, todo orquestado, claro, por el gobierno de Bush (además, esto más pareciera un negocio para EU, pues no se entiende como en un plan conjunto, México, con una economía 14 veces menor, gaste casi cinco veces más dinero, el que además será invertido para la compra de material militar y de todo tipo que ayude a “combatir a la violencia criminal organizada”. Seguramente los proveedores de esos equipos “logísticos” serán empresas estadounidenses). Así que si de acuerdo con el tal plan, se llegara a considerar a los zapatistas o a los movimientos políticos como un “potencial peligro”, pues sencillamente se les reprimirá y someterá, y más va por ahí el asunto que por el combate al crimen organizado. Como dije, así a México se le confirma el ser una zona de contención del “terrorismo” (léase activismo social) que pudiera pernear territorio estadounidense.
Sí, el llamado combate al terrorismo es un excelente pretexto y una descarada manera de imponer supuestas “leyes” que lo único que buscan es un mayor control, más eficiente, sobre los gobiernos y las vidas de los ciudadanos de otros países que se encuentren dentro del área de influencia estadounidense y de los suyos propios, por supuesto (Ver mi artículo en Internet “La amenaza terrorista, el nuevo gran negocio para la industria del miedo”, disponible en el buscador Google bajo ese título).
Así pues, cualquier acción que contribuya a “salvaguardar al orden político y social establecido” será bienvenida, aunque sea más un producto de la referida manipulación propagandística, que un verdadero acto que enaltezca a quien lo esté haciendo. Me referiré aquí a una cuestionable actividad, que llamaré el “contraterrorismo amateur”, desarrollado sobre todo (¡en dónde más!) en Estados Unidos, que consiste en que ciudadanos “comunes y corrientes”, poseedores de una computadora, conexión a Internet y un patológico sentido de “patriotismo”, así como dominados por un paranoico pánico a la amenaza terrorista, se han dado a la ociosa tarea de rastrear terroristas o potenciales terroristas a través de la red. Sí, en efecto, estos cazaterroristas, imbuidos por los lineamientos que la propia “Ley patriótica” ha determinado en cuanto a qué es un terrorista, de dónde proviene y cómo podría actuar, se han obsesionado en “localizar” y, de ser posible, “mandar tras las rejas” a personas que potencialmente puedan representar un peligro para la estabilidad y las paz de la América de George Bush. Así, el terrorismo pareciera representar el máximo peligro al que los estadounidenses se enfrentan. Frente a él, otros problemas le quedan chicos. No es de preocuparse que haya unos 200 millones aproximadamente de armas en poder de los estadounidenses, es decir, por cada tres personas existen dos armas, ni que mueran poco más de 30,000 ciudadanos cada año por disparos producidos por esas armas, muchos de ellos profesores y alumnos, debido a que muchos tiroteos son en centros escolares (Ver mi artículo “La locura por las armas en EU”, en Internet. El documental de Michael Moore “Masacre en Colombine”, muestra muy bien esa situación). Tampoco es grave que 6 de cada 10 estadounidenses no cuenten en absoluto con algún tipo de servicios de salud y que muchos mueran a falta de una operación, debido a que no tenían un seguro médico (como también lo muestra otro reciente documental de Moore, “Sicko”, en el que expone los pésimos servicios médicos con que cuentan sus paisanos pobres). Ni tampoco es problema la grave crisis de los créditos inmobiliarios, lo cual está provocando una nueva debacle económica que está arrastrando consigo a otros sectores productivos y al resto del mundo… no, nada es peor que la amenaza terrorista.
Así, para realizar su “noble labor”, los ociosos cazaterroristas parten del clásico “perfil racial”, que ha puesto como los primeros terroristas del mundo a cuanto árabe o islámico exista en éste (sí, de nueva cuenta, se impone el prejuicio racial de que todo lo blanco, sajón, es bueno y todo lo demás, es malo. Ver mi artículo en Internet “Bienvenidos a Arabialandia, disponible en el buscador Google bajo ese título). El siguiente ejemplo que refiero es uno de esos lamentables casos de fanatismo patriotero.
Shannen Rossmiller es una estadounidense nacida en Montana, de profesión abogada, que, según refiere, se dio a la “noble tarea” de pescar terroristas desde que vio cómo las torres gemelas en septiembre del 2001 se colapsaban (sospechoso caso de terrorismo que un día seguramente la historia demostrará, cuando deje de ser top secret, que se trató de un complot urdido dentro de las esferas mismas del poder político y económico de los EU, y que tan buenos frutos le ha dado, entre otros, la plena justificación para invadir Irak y quedarse con su petróleo, que representa la segunda más grande reserva mundial, el cual le alcanzaría unos 25 años para satisfacer sus necesidades energéticas). “Eso me provocó mucha rabia, ver cómo esos miserables árabes nos dañaron así”, dice, en tono de profundo desprecio. De allí, presa, como dije, de su alto sentido del “deber patriótico”, esta mujer se fanatizó tanto, que decidió emprender una “lucha frontal” contra los terroristas. “¡Me dije que esto no iba a volver a pasar!”, declara, con emocionada voz. Y así, su “valiosísima labor” comenzó. Prejuiciada de que había que comenzar por los árabes, Rossmiller empezó a frecuentar los foros de esos grupos en el Internet, aunque comprendió que para que surtieran efectos sus indagaciones “pues debía de aprender árabe, pensar como árabe, sentir como árabe, conocer su religión, el Corán, acercarme al islamismo y todo cuanto pudiera hacerme pasar como un árabe deseoso de morir por la causa”. Y aunque no se crea, esto que parece más un plot de cintas de espionaje, la abnegada, patriota abogada se puso a estudiar árabe, se metió a leer el Corán, buscó cuanto pudo saber acerca de la sociedad árabe… ¡incluso localizó fotos de supuestos “terroristas árabes” para suplantar sus personalidades y asumirlas, con tal de que al presentarse en los foros árabes de chateo, pasara ella, ya fuera como una potencial terrorista o como alguien que estuviera buscando a “mártires” para posibles atentados suicidas. Llegó al extremo de estudiar, a través de mapas y guías turísticas, lugares y barrios, para hacerse pasar como habitante de esos lugares, en caso de que necesitara, por ejemplo, citarse en algún sitio.
Esta eficientísima cazaterroristas lleva casi seis años haciéndose pasar por árabe y apenas si ha logrado cuatro magros resultados. Pero en el análisis de las personas que supuestamente fueron atrapadas por la policía gracias a sus indagaciones, podrá verse que, en todo caso, muchas fueron más una influencia manipuladora de Rossmiller, que verdaderos terroristas. Incluso, dos de ellos eran, ¡increíble!, compatriotas de esta mujer. Uno de ellos es el militar de nombre Ryan Anderson (aquí cabe recordar que uno de los más graves atentados efectuados en EU, antes de las torres gemelas, fue el perpetrado por Timothy McVeigh, ex mariner condecorado, que en 1996 dinamitó un edificio público, y quien no tuvo reparos en declarar que él lo había hecho y que había sido una venganza contra el gobierno por haber asesinado al señor David Koresh, líder de la secta de los davidianos, en Waco, Texas, en 1994, al cual McVeigh admiraba). Este soldado pertenecía al cuerpo de infantería de la guardia nacional estadounidense, que en el 2003 tomó parte en la invasión estadounidense-inglesa a Irak. El soldado, operador de tanques, estaba tratando de ponerse en contacto con grupos árabes, más que con terroristas, pues estaban por mandarlo a combatir a ese país. Para su desgracia se enlazó con Rossmiller, la que se hizo pasar por Ahu Khadija, un supuesto activista árabe que, le dijo a Anderson, estaba organizando algunos campos de entrenamiento militar en Pakistán. Probablemente Anderson pertenecía a la minoría de estadounidenses con cierta conciencia que en ese entonces estaban en contra de una injustificada invasión al país árabe, pues en alguno de los correos electrónicos que le envió a Rossmiller, le confesó: “¿Podría haber alguna oportunidad de que un hermano que en este momento está en el lado equivocado pudiera unírseles en su lucha… digamos, desertar?”. En un correo posterior, Anderson le escribió: “debido a que estoy por ser mandado a la zona de guerra, voy a tener que disparar contra el enemigo. Pero lo que más siento es dispararle a alguien que me ataque, cuando lo que más desearía es estar de su lado”. Es decir, Anderson deseaba estar del lado de los invadidos. Y estas desafortunadas declaraciones de Anderson bastaron para que la abnegada patriota lo denunciara al FBI, agencia que, ¡increíble!, lo sentenció a cadena perpetua por cargos de intento de espionaje e intento de ayudar al enemigo. Sí, se aplicó aquí el mismo estúpido argumento que se empleó para invadir Irak: el potencial peligro que alguien sospechoso puede representar en el futuro. Muchos de los supuestos argumentos en contra de Anderson fueron inducidos por la funesta influencia del supuesto Khadija, es decir, Rossmiller en su suplantada personalidad. Sí, esto equivale a platicar con, por ejemplo, una mujer golpeada por su esposo, y que tras de una nueva golpiza, con muy conveniente grabadora oculta, le preguntáramos qué haría, si no le gustaría golpear ella también a su marido o, ¿por qué no?, matarlo, y que en vista de su coraje y su dolor, la mujer lo aceptara, matarlo, y que le metiéramos más cizaña para que nos dijera cómo lo mataría, que abundara en detalles, sí, “díganos cómo se desharía de ese desgraciado”. Y ya con su inducida “declaración” fuéramos con un juez para denunciarla, “sí, mire, su señoría, cómo esta mala mujer está planeando asesinar a su amoroso marido”.
Por sí misma la invasión a Irak fue una verdadera infamia, un simple acto de fuerza militar y de barbarie llevado a cabo mediante vulgares mentiras y manipulación de Bush, sus halcones y las corporaciones noticiosas, así que se condenó a Anderson por el simple hecho de cuestionar tal invasión, que para nada era un acto de nobleza o de salvaguarda de los intereses estadounidenses, sino un montaje que, como dije antes, logró para EU el apoderarse del petróleo iraquí gracias al gobierno títere que desde entonces impuso Bush. Así que no me parece un acto heroico lo hecho por Rossmiller, quien, en todo caso, lo hizo poseída de ese patrioterismo hipócrita que ha establecido la perorata de la “Ley patriótica” que señala que es un deber ciudadano denunciar cualquier acción o individuo sospechoso que pudiera atentar contra la seguridad de América. Baste recordar que el famoso Ted Kazinsky, mejor conocido como el Unabomber (este extravagante doctor en física mandó algunas cartas explosivas a científicos que él consideraba “peligrosos”), autor del “Manifiesto a la sociedad postindustrial” (en éste, condenaba Kazinsky a la sociedad capitalista-industrial que está destruyendo día a día al mundo), fue denunciado nada menos que por su propio hermano, quien consideró “patriótico” hacerlo, ya que su país era más importante que su “loco” pariente. Como digo, es la falsa, hipócrita rectitud de gente que presume de ser muy respetuosa de las leyes y el orden establecidos, pero que no dudó en lanzar bombas incendiarias en Vietnam o bombas de fragmentación contra inocentes ciudadanos iraquíes. Pero esto no le interesa a Rossmiller, más ocupada en fabricar terroristas que en cazarlos.
Otro supuesto triunfo de la falsa árabe, es haber denunciado a un aparente traficante de armas que estaba vendiendo viejos cohetes Stinger que los estadounidenses habrían entregado en los ochentas a los guerrilleros afganos mujahideen, quienes en aquel entonces combatían contra los soviéticos, los cuales apoyaban al gabinete marxista que gobernaba el Afganistán de esos años. Seguramente debido al mercado negro mundial de armas que existe en la actualidad, habían caído en las manos del citado traficante esos cohetes. Rossmiller se hizo pasar por Abu Issa, un supuesto activista que le “reveló” al traficante haber participado en el atentado con bombas que había dañado la sede de la ONU en Afganistán en 2003. La mujer le exigió, claro, en su personalidad árabe, que le diera pruebas de que aquél poseía las armas. Y el traficante le mandó unas fotos de él junto a los cohetes, las que Rossmiller mostró luego al FBI, quien los identificó por los números de serie como los ya citados Stinger proporcionados hacía años por el Pentágono. Pero no se sabe qué pasó con el traficante, así que en este caso, no resultó tan efectiva la labor de Rossmiller. Claro, pues muchos de esos traficantes de armas son “tolerados” por EU o Rusia u otros países fabricantes de armamento, ya que son parte esencial del tráfico de armas, tan necesario a la economía de tales países, dado que el negocio militar es una industria mundial que asciende a un billón de dólares ($1,000,000,000,000) por año.
Un caso más de los destapes fue justamente el de otro estadounidense, Michael Reynolds, una especie de Timothy McVeigh, quien estaba planeando, según Rossmiller, muy meticulosamente volar gasoductos en EU. Reynolds pensaba comprar camiones pipa usados para materializar sus objetivos. Más que un terrorista, pareciera que Reynolds es el tipo de psicópatas estadounidenses, cada vez más frecuentes, quienes frustrados sobre todo por cuestiones económicas, entran a una escuela, al metro o a un centro comercial a balacear a cuanta persona esté a su alcance. Y seguramente deseaba que su atentado fuera aún más impresionante que el realizado por Mc Veigh en 1996 (debe de haber leído algo de cómo Mc Veigh realizó su atentado, el que efectuó cargando una camioneta tipo van con cientos de kilogramos de fertilizante y litros de diesel y estallándola a distancia). Rossmiller se hizo pasar por un árabe terrorista financiador de “causas santas”, Abu Musa, que estaba dispuesto a apoyar los planes de Reynolds. Éste, que vivía en Pensilvania, viajó 3200 kilómetros hasta Idaho, sonsacado por Rossmiller, pues allí le dijo que le daría el dinero suficiente, pero en lugar de encontrarse con la falsa árabe, se halló al FBI. Está siendo juzgado en Pensilvania, pendiente de ser sentenciado. De nuevo, no cuesta mucho imaginar que fue la propia Rossmiller quien alimentó los sueños psicópatas de ese hombre, quien probablemente tendría sus planes, pero que se vieron magnificados por la influencia tendenciosa y manipuladora de aquélla.
Por último, otro de sus “logros” fue haber “descubierto” una conspiración de un grupo de novatos terroristas que vivían en algún país árabe, quizá Pakistán, y que anhelaban realizar algún acto terrorista en contra de las tropas invasoras estadounidenses en Irak. De alguna manera, esto podría entenderse no como un “acto terrorista”, sino como una protesta ante una invasión tan infame, humillante y tramposa, como fue la de Irak. Es como si en su momento se hubieran juzgado mal los atentados efectuados por la resistencia francesa contra los nazis, cuando éstos invadieron París. Rossmiller esta vez se hizo pasar por otro terrorista, Abu Musa, supuestamente peligrosísimo. El grupo de neoterroristas de nueva cuenta influenciados por las trampas de Rossmiller, llegaron incluso a pedirle materiales para su atentado, entre los que le mencionaron cerillos, permanganato de potasio y celulares. La mujer, conocedora del lugar en donde operaba el grupo (gracias, como mencioné antes, a que se informa de todo, mediante mapas locales y localización satelital), les dio como referencia una bodega en donde los esperaría con el material pedido. Y en ese lugar se supone que las autoridades locales los arrestaron.
Como puede verse, más que cazar terroristas, pareciera que Rossmiller los creara, porque en los mencionados casos, los avances en los supuestos planes e ideas “terroristas” de los involucrados, fueron alentados y retroalimentados por ella.
Como Rossmiller hay, por desgracia, cientos de cazaterroristas en EU, unos 400, según recientes recuentos. Pero ninguno de ellos, con todo y su meticulosa, patriotera labor, pudo descubrir los (también sospechosos) atentados efectuados en los metros de Madrid, el 11 de marzo de 2004, ni en el de Londres, el 7 de julio del 2005. Tampoco esos sagaces rastreadores del terrorismo mundial, pudieron prevenir los dos atentados que la ex primer ministra de Pakistán, la señora Benazir Bhutto, sufrió en días pasados, el segundo de ellos (el del jueves 27 de diciembre) lamentablemente mortal.

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