viernes, 27 de marzo de 2009

Los deficientes servicios públicos mexicanos de salud: el caso del ISSSTE.

Los deficientes servicios públicos mexicanos de salud: el caso del ISSSTE

Por Adán Salgado Andrade


En la actual época tan mercantilizada, crítica y recesiva que estamos viviendo, el capitalismo salvaje condiciona hasta el acceso a la salud, la cual, se supone, es un derecho inalienable de todo ser humano. No, quien esté enfermo, pero que no pueda pagar doctores, medicamentos o tratamientos hospitalarios, estará condenado a sufrir o a morir a causa de sus males. Por ello, para evitar que la gente de limitados recursos económicos (la mayoría de la población mundial) muera por carecer de atención médica, se institucionalizó hace años (especialmente desde los años en que se estableció la llamada “economía mixta”) que en casi todos los países, el gobierno proporcionara servicios de salud públicos para sus ciudadanos, especialmente para los trabajadores y para aquéllas personas de los estratos más bajos. Sin embargo, desde que el neoliberalismo se desató hace casi treinta años, la calidad de tales servicios no sólo ha mermado, sino que muchos han desaparecido para dar paso a todo un sistema privado de salud, que ha hecho de la atención médica un muy lucrativo negocio, dirigido principalmente a lo sectores más pudientes. Esta situación, por ejemplo, tiene lugar en Estados Unidos, país que supuestamente cuenta con dos programas federales de salud, el Medicare (atención a adultos mayores de 65 años) y el Medicaid (atención a la gente más pobre del país). Sin embargo, los servicios proporcionados son tan deficientes, que la mayoría de la gente se ve obligada a pagar un seguro privado para tener acceso a atención médica que, de otro modo, no obtendría bajo esos programas. Y ese es un excelente negocio para las aseguradoras, las que ofrecen “paquetes” de seguros médicos, cuyo costo depende de lo que el cliente desee en cuanto a servicios médicos (aquí en México ya también están de moda los costosos seguros médicos, para suplir lo que los servicios públicos no pueden ofrecer). En la cinta “Phsyco”, el documentalista Michael Moore revisa el pésimo servicio médico que priva en la mayor parte de EU, en el cual ofrece ejemplos de que mucha gente enferma, aún a pesar de contar con seguros médicos, no es atendida adecuadamente e, incluso, ha llegado a morir. Yo conozco el caso de una buena amiga de ese país, la que padece neurofibromatosis tipo II, un raro mal (una de cada cien mil personas lo tiene) caracterizado por la aparición de tumores cerebrales. En su caso, han sido tan invasivos, que hasta el ojo izquierdo ya perdió. Como esa enfermedad debe de estarse revisando constantemente, ella adquirió un seguro médico para tal fin, pues los servicios públicos de salud no contemplan la atención de ese degenerativo mal. Sin embargo, cuando hace pocos días trató de hacerlo válido para que le hicieran los estudios correspondientes y, si era necesario, intervenirla quirúrgicamente, la mayoría de los hospitales a donde acudió, le negaron la atención, pretextando que su seguro era “insuficiente” para tales estudios y el tratamiento que mi amiga demandaba. Después de mucho peregrinar e innecesarios sufrimientos y molestias, finalmente en un nosocomio le hicieron válido su seguro – “Se compadecieron de mí”, me contó. Pero me ha dicho, muy desconsolada, que su mal avanzó en esos meses que no se le atendió y que ya irán saliendo más complicaciones. Y, como dije, ¡eso sucede en un país supuestamente desarrollado como EU!
Así pues, en la actual época de salvajismo capitalista-materialista, la salud es un excelente negocio, sobre todo cuando se trata de atender a los grupos poblacionales de mayores recursos. Pero es que además es inevitable que la mayor parte de la gente enferma trate de curarse. Podrá no comprarse auto nuevo, ropa cara o casa, pero si la enfermedad que se padece es curable, entonces acudirá la persona afectada ya sea a servicios médicos públicos o privados para tratarla. Sin embargo, como de por sí el acceso a tales servicios médicos, sobre todo en el caso de especialidades, es costoso, la existencia de los servicios médicos públicos supondrá que quien tenga acceso y derecho a ellos, aunque no tenga dinero para pagarlos, pueda teóricamente curarse. Y como ya señalé arriba, por esta situación de profunda crisis económica que está afectando a varios sectores productivos y a millones de personas, ha aumentado la demanda de la medicina pública, pues sectores económicos pertenecientes, por ejemplo, a la muy mermada clase media, que antes podían acudir a instancias privadas para atenderse, ahora recurren, en México, a las instituciones que proveen, por obligación estatal, tales servicios. Esas instancias son el IMSS (Instituto mexicano del Seguro Social), que atiende a todos los trabajadores empleados por el sector privado, y el ISSSTE (Instituto de seguridad social al servicio de los trabajadores del Estado), dedicado a atender a los trabajadores del estado, es decir, a la burocracia. La gente que no tiene acceso a ninguno de los dos anteriores, debe de recurrir a un muy cuestionable y aún más deficiente (mucho más que el prestado por aquellas instancias) servicio público de salud, para el cual, mucha veces, las clínicas que lo prestan, ni siquiera cuentan con materiales tan elementales como jeringas y mucho menos medicinas (En alguna ocasión, acudí, debido a una emergencia médica, al hospital municipal del municipio de Tenancino, Estado de México. Tras la consulta, se me recetó un medicamento que tuve que comprar, claro, pues se carece prácticamente de medicinas en lugares así. Dicho medicamento debía ser inyectado, sin embargo, no fue posible que la enfermera me lo administrara tampoco, pues ¡no tenían jeringas allí!, así que de nueva cuenta acudí a la farmacia, en donde, de plano, pagué al dependiente para que me aplicara la inyección y no perdiera más tiempo regresando al “hospital”).
En este artículo me referiré al ISSSTE, institución que, supuestamente, tuvo toda una reforma, sobre todo en el sistema de pensiones (se aplicaron también los cambios que se hicieron en el IMSS, como el sistema de cuentas individuales, igual que las famosas AFORES, que operan en aquél. Ver mi artículo en Internet: El convenenciero capitalismo salvaje), para optimizar los supuestos “bajos recursos” con que cuenta, lo que, en resumen, redundó en un alza de las cuotas que se descuentan a los trabajadores del gobierno y un aumento de los años laborables (treinta años como mínimo o 65 años de edad) para tener derecho a la jubilación. Y esos cambios se justificaron, se dijo, tanto para “asegurar” las pensiones futuras de dichos trabajadores, como para “mejorar” el servicio médico. Pero, como veremos, es algo totalmente falso. Y las deficiencias que expondré son igualmente aplicables al IMSS, institución que presta también muy precarios “servicios de salud” a sus afiliados (sólo hay que ver el trato que les da a las personas de la tercera edad, las que son humilladas y vejadas, tal y como cualquier jubilado de edad avanzada de esa institución que acuda a sus “servicios médicos” puede testimoniar).
Para comenzar, el presupuesto otorgado para la totalidad de las funciones que el ISSSTE debe de proporcionar es bastante limitado. El presupuesto gubernamental federal para este año es de alrededor de 2 billones 744,000 millones de pesos. Pero para aquella institución se asignarán solamente 88,358 millones de pesos para su gasto programable, lo que significaría que apenas se destinará el 3.22% de los recursos de la federación (Fuente: página electrónica del ISSSTE). En contraste, el presupuesto para la Secretaría de la Defensa Nacional, con muchas más limitadas funciones (principalmente para hostigar a regiones campesinas “rebeldes”, como las zapatistas, o el supuesto “combate al narcotráfico”), es de 34900 millones de pesos, 1.27% del presupuesto federal, lo cual, puede verse, resulta desproporcionado. Ahora bien, si además desglosamos lo que el ISSSTE destinará a los muy demandados servicios de salud (no considero el rubro denominado “otros servicios de salud”, que son los destinados a investigación, capacitación, mantenimiento y otros rubros indirectos), resulta que entre los servicios para la llamada “atención médica preventiva” (lo que se canaliza a las clínicas) y los de la “atención médica curativa” (lo que se contempla en hospitales), los recursos ascienden a alrededor de 16813 millones de pesos, es decir, 19.02% en relación al gasto programable de la institución, pero apenas un muy insignificante 0.0061% del presupuesto federal (Sumando este presupuesto de salud del ISSSTE al del IMSS, de 7500 millones de pesos, 0.0027%, y al del llamado Seguro Popular, de 49,000 millones de pesos, 1.78%, obtenemos un raquítico 1.7888% de presupuesto federal. La ONU recomienda para este rubro por lo menos un 6%, no del presupuesto gubernamental, sino del PIB. Para el año pasado, que el PIB de México fue de alrededor de 900,000 millones de dólares, el presupuesto en salud de este año sería de apenas 0.0051% de aquél, es decir, ni el uno por ciento se dedica en este país para la salud).
Pero el análisis resulta aún peor si consideramos que de los casi 15,297 millones de pesos destinados a la infraestructura hospitalaria del ISSSTE, 13126 millones se van en pagar sueldos, o sea, un 85%, y para medicamentos y otros suministros, apenas se destinan poco más de 738 millones, es decir, 4.82%. Y estos datos numéricos evidencian la precariedad de los recursos destinados a la salud por dicha institución (se consignan un total de 11543 millones de pesos para gastos de medicamentos y suministros del total del gasto programado, o sea, apenas un 13%).
Ello provoca que sean constantes las quejas de los derechohabientes, los que han crecido un 12 por ciento en los últimos cinco años, por la pésima atención, la falta de medicinas, insuficientes médicos especialistas, falta de camas, de salas de operación, de malos tratos y negligencia por parte de enfermeras o personal administrativo... y muchas otras situaciones que desmienten al gobierno panista de que el servicio “ha mejorado”. Tan malos son los servicios, que los funcionarios de dicho gobierno que perciben altísimos salarios, ni de broma acuden a curarse en esa institución, y hasta se les asigna un presupuesto especial para que se atiendan a todo lujo en clínicas y hospitales particulares, incluso en el extranjero, como señaló hace poco Andrés Manuel López Obrador, en un discurso dado el 17 de febrero, en el cual informó que “la cobertura de servicios médicos privados para esos funcionarios que ganan un sueldo de 600 mil pesos mensuales, costará este año 45 mil millones de pesos” (este dinero equivaldría a 1.6% del presupuesto de la federación, mucho más alto que los gastos de salud que destina el ISSTE, 0.0061%, como señalo arriba, así que ¡vaya si se dan sus privilegios los mal administradores panistas!).
De acuerdo con el testimonio de una ex empleada que laboró en el “Hospital Regional Zaragoza”, dentro del área administrativa (a quien llamaré Leticia), justamente el que casi todo se vaya en pagar salarios, es una de las causas de la deficiencia en los servicios médicos que presta el ISSSTE. “Sí, mira, allí trabajan unos 17,000 empleados y más o menos hay entre 9 y 10mil que ya tienen su base. Y casi todos los que entran allí, tratan de conseguirla lo más rápido posible, pues ya cuando la tienes, tu salario puede duplicarse o triplicarse, según tengas años de antigüedad”. A los empleados eventuales, como ella, se les denomina “suplentes”, y sus salarios rondan los 4800 pesos mensuales, no tan bajos, como puede verse, si se toma en cuenta que en este país, alrededor del 60% de los trabajadores perciben entre uno y dos salarios mínimos, es decir, entre 1600 y 3200 pesos mensuales. “No, y hay gente que tiene unos sueldazos, como el director del hospital, que gana ¡170,000 pesos quincenales!, y casi ni lo ves en el hospital. Y los jefes de área, ésos ganan 70,000 pesos al mes, y tampoco creas que hacen mucho... así que imagínate todo lo que se va nada más en puros sueldos”, comenta Leticia. Dice que del total de empleados, poco más de la mitad, unos 9000, son enfermeras, un 15% doctores, y el resto, un 35%, se reparten entre administrativos, afanadores, encargados de la cocina, camilleros, los encargados de las ambulancias y el resto de trabajadores que se requieren en ese hospital. “Los más jóvenes que contratan son los camilleros o los de las ambulancias, pues sus edades oscilan entre 19 y 25 años”, aclara Leticia.
“Lo que yo veía es que, por parte de las enfermeras que, como te dije, son las empleadas que más hay, la mitad más o menos de todos los trabajadores, sobre todo las que tienen base, muchas son muy hurañas y deshumanizadas para tratar a los pacientes, sí, como que ya hacen todo mecánicamente, sin muchas ganas”. Cuenta Leticia que varias de ellas, con tal de aumentar sus ingresos – considerados insuficientes para una buena cantidad –, incluso doblan turnos, pues el sueldo extra que perciben por el tiempo adicional a su jornada es muy atractivo. “Así que, imagínate, ya después de varias horas, pues nada más lo que quieren es terminar su jornada e irse rápido”.
Es entendible la actitud de las enfermeras o de los empleados en general, pues a fin de cuentas se trata de una burocracia que al ser mantenida, en cierto modo, satisfecha por el gobierno (mediano sueldo, buenas prestaciones, poca exigencia en su labor...), resulta en un factor social que implicará cierta estabilidad política para aquél. “Sí, ya cuando tienen su base, ¡olvídate!, constantemente están pidiendo permisos, que vacaciones, que préstamos, que faltas por una u otra causa... y casi siempre se las justifican. Además, su sueldo, como te dije, se puede duplicar o triplicar. Si yo hubiera tenido mi base, en lugar de 2400 pesos quincenales, me hubieran pagado seis mil pesos, más del doble, sí, pero tuve que dejar el trabajo por problemas de horario”. En cambio, los empleados suplentes no gozan de ninguna prestación, ni aguinaldo, nada, y cada quince días firman contrato, con tal de no hacer antigüedad, comenta Leticia. “Y ya cuando tienen la base, les descuentan 90 o 100 pesos quincenales a todos, y con eso les van haciendo un fondo de ahorro, que el sindicato incrementa con aportaciones. Y en junio de cada año les dan como $7500 extras”. Vaya, pues de acuerdo con esto, los trabajadores ahorrarían unos $1200 pesos en seis meses, y si reciben $7500, resulta que el sindicato les habría aportado $6300 pesos. Si, como dice Leticia, unos 10,000 son de base, estamos hablando que se deben de erogar unos 63 millones de pesos extras tan sólo en salarios. O sea, menos recursos para la atención médica.
También platica Leticia que es muy diferente la actitud de las enfermeras cuando llegan a sufrir digamos que un accidente. “¡Uy, si vieras que cuando se pinchan accidentalmente con una aguja, el escándalo que hacen, más si están en un área infecciosa cuando les pasa eso!”. Llegan a obtener, según el testimonio de nuestra entrevistada, hasta 250,000 pesos, dependiendo de su antigüedad y de la “peligrosidad” del accidente. “Pero algunas hasta parece que a propósito lo hacen, pues aunque les den la indemnización y licencia para no trabajar, de todos modos muchas siguen trabajando, pero ya les dieron un dinero extra”. Y cuando ellas son las que incurren en algún caso de negligencia, pues minimizan su actuar. “Pues si tienen muchos reportes, las mandan a ‘descansar’, dos, tres meses, y ya luego regresan, como si nada”, agrega Leticia. Y eso mismo pasa, continúa, si la negligencia la comete un médico, por ejemplo. “También los suspenden tres, cuatro meses, si por su culpa un paciente se puso más malo. El peor caso del que me enteré fue el de un doctor que se le pasó la mano de aplicarle morfina a un enfermo que se murió por eso. Tuvo que pagarle de su bolsillo una indemnización a su esposa y le quitaron su licencia médica, para que no ejerciera, pero no, no se le levantó un acta judicial, ni nada”. También comenta que desde que se suprimió lo de que los empleados que se jubilaban podían “heredarles” sus plazas a sus familiares (punto positivo, considero), se acabó en algo con que gente inepta ocupara cargos importantes. “¡Por ejemplo, había una jefa de área que había heredado su puesto, pero, en serio, no sabía nada esa señora!”, exclama enfática Leticia.
También tiene que ver para que los servicios sean limitados o malos el que de ciertas áreas existan pocos empleados, como es el caso de los radiólogos, que son quienes se encargan de que a los pacientes se les saquen radiografías. “Hay muy pocos y hasta los suplentes sólo trabajan tres días, pues por la exposición a las radiaciones, nada más trabajan tres días, por las consecuencias que les provocan, que se pueden descalcificar u otras cosas. Pero ellos son los que más ganan, cinco mil pesos a la quincena, por los peligros a que se exponen”. Y señala Leticia que los radiólogos de base, astutamente, dejan a los suplentes a que hagan el trabajo de meterse con los pacientes a las máquinas, para que les saquen las placas. “Sí, como ya saben qué pasa, pues de tontos se meten ellos”, comenta sonriente.
Y también platica Leticia sobre la poca ética profesional de algunos doctores que venden sustancias necesarias para determinados exámenes, pero que por ser costosas, el ISSSTE se desentiende de proporcionarlas. “Sí, por ejemplo, la gente que se debe de revisar la vista, necesita a veces de una sustancia que les ocasiona ceguera temporal, pero como no hay, porque es muy cara, deben de comprarla (¡esto es inconcebible y vergonzoso, reflexiono!), y entonces hay oftalmólogos que se las ofrecen más barata. O también les ofrecen lentes o armazones. Y también hay odontólogos que les ofrecen puentes o prótesis a sus pacientes que allí, por ser caras, tampoco se les proporcionan. Pero tampoco les hacen nada si los descubren, como te digo, nada más los suspenden uno o dos meses y los regresan a sus puestos”. Dice Leticia que eso lo hacen porque a veces hay pocos doctores de tal o cual especialidad, escasean, así que aunque cometan faltas al ofrecer en venta ciertas cosas, de todos modos esa intricada burocracia médica los conserva. Pero además, hay un cierto cinismo en tales acciones, considero, pues sólo suplen aquello de lo que en los hospitales de esa institución se carece. Así que si “por debajo del agua” dichos doctores-comerciantes pueden proporcionar lo que haga falta a cambio de dinero, pues simplemente estarán “llenando” los vacíos que un raquítico presupuesto ocasiona. “Además también casi todos los doctores tienen otro trabajo, así que a veces ni se presentan a la consulta, por lo que a veces se deben de reprogramar a esos pacientes”. Y sucede que muchos que requieren de una cita con un especialista deben de esperar dos o tres meses para que se las otorguen. “Pues a veces algunos enfermos hasta se mueren antes de la consulta”, comenta Leticia, con gesto de resignación. Y esa actitud por parte de la institución sería una muestra de la deshumanización a la que se ha llegado en sus hospitales y clínicas.
Y tal y como menciono arriba, otro grave problema es la falta de medicamentos. “Sí, eso nunca falta, que no te den medicina porque se acaba pronto, sobre todo la que es muy cara”. Allí la más costosa y que se solicita mucho, es la medicina para controlar el SIDA, la que es para el cáncer y la empelada en la broncoaspiración. “Aunque se supone que deben de tener un resguardo de esos medicamentos, sobre todo para dárselos a los enfermos que estén más graves, a veces ni el resguardo hay”. Así que, me pregunto, de qué sirve un servicio médico que carezca de las medicinas necesarias o de otras cosas que resultan indispensables para proporcionarlo adecuadamente.
“Los pacientes que más fallecen son mujeres de más de 35 años, que llegan con cáncer de mama muy avanzado o con cáncer cérvico-uterino. Y también llegan muchos niños con leucemia. Casi todas las salas están ocupadas por gente mayor y una cuantas son para jóvenes o niños. Pero muy seguido no se puede ingresar a un paciente por falta de camas”, continúa la plática. Eso me hace pensar en que el incremento en los casos de cáncer en mujeres o en niños, quizá sea la consecuencia de la mala calidad de vida que tenemos en esta ciudad, tan contaminada y estresante, y para empeorar las cosas, ello se complica aún más debido a los pésimos servicios de salud públicos, incapaces de remediar tan alta incidencia.
Y también comenta que en muchas de las urgencias médicas, a los enfermos se les admite porque llegan varios de ellos graves, y que sólo así se les ingresa, pues generalmente, para que ello sea posible, debe de tratarse de casos efectivamente graves. Pero, razono, entonces de qué sirve el servicio de urgencias, si sólo se admite a gente con un mal muy avanzado, como si sólo se tratara de que llegaran allí a morirse. “Pero fíjate que a veces los rechazan. Una vez, por ejemplo, llegó un hombre balaceado, sólo lo atendieron para pararle la hemorragia, pero lo rechazaron, a pesar de que era derechohabiente, porque dijeron que era un caso judicial, pues había agresión con arma de fuego y eso no era competencia del hospital (esto es extraño, pues justamente también hay personal en el hospital del ministerio público para esos casos, señala Leticia), así que se lo tuvo que llevar la ambulancia a otro lado... imagínate, a lo mejor se les murió en el camino, pues estaba grave el hombre. También una vez vi a un hombre que llegó violado, y sí lo admitieron, porque estaba grave... o niños con leucemia, ya muy avanzada. Pero es difícil que te admitan en urgencias... casi tienes que llegar muriéndote”.
Y dice que los días de quincena eran los más pesados para su departamento, pues la nómina era para los 17000 empleados, quienes debían de firmar en dos registros. “Y era cuando menos atendían a la gente, pues se iban a cobrar sus cheques, sí”. Así que si a uno se le ocurre enfermarse, pues que no sea en día de quincena hospitalaria, pienso.
“A veces se hacían encuestas entre los empleados, para comprobar el estado de los servicios, pero, imagínate, estaba manipulada desde origen, pues era obligatorio que todos los trabajadores la hicieran, y todos, en su prisa por acabar, contestaban que todo estaba bien, que desempeñaban bien su trabajo y que no había problemas. Y en esas encuestas amañadas se basa el gobierno para decir que tanto los servicios de salud, como sus empleados, están muy bien y todo está perfecto”. Como dije antes, el mantener digamos que “contenta” a la burocracia, implicará para el gobierno que un importante sector de la sociedad esté pasivo y estable políticamente. Y si para ello debe de canalizar la mayor parte de los recursos en sostener a esa burocracia médica, lo seguirá haciendo, con tal de evitar protestas e inestabilidad en ese sector, aunque la que se desestabilice sea la salud de la gente que depende de tales servicios.
“Y cuando debíamos de cotejar un expediente, era pesadísimo, pues debías de revisar cada hoja de ese expediente y había unos que tenían hasta tres mil hojas... y ahí nos tenían, revisando una por una y poniéndoles sellos”. “¿Y eso para qué se hacía?”, pregunto. “Pues porque a veces el director o jefe de un área lo solicitaba para revisar que no tuvieran esos empleados muchas faltas administrativas o incapacidades o cosas por el estilo, por si ameritaban sanciones”.
En fin, que entre salarios, papeleo burocrático, negligencia e insuficientes recursos, la salud de los derechohabientes es la que menos cuenta.
Ante todo ese sombrío panorama de la situación de los pésimos servicios de salud pública, como los del ISSSTE, reflexiono que no queda más que encomendarse a todos los dioses mexicas, con tal de que no nos enfermemos o si nos enfermamos, podamos curarnos con sólo comprar una barata medicina en la farmacia de genéricos intercambiables más cercana a nuestros domicilios.

Contacto: studillac@hotmail.com

martes, 3 de marzo de 2009

La muy oportuna "descomposición" del Estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental.

La muy oportuna “descomposición” del Estado mexicano,
pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental
Por Adán Salgado Andrade


En el excelente libro “The shock doctrine” de la periodista Naomi Klein, se plantea la tesis central de que en todo el mundo la instauración de brutales medidas económicas y de control social que sólo han favorecido, y continúan favoreciendo, al capitalismo salvaje, se ha facilitado cuando concurren eventos tan catastróficos y graves, que son capaces de poner en “shock” a todo el sistema y que en consecuencia merecen un tratamiento de “shock” acorde a la “dramática” situación. Por ejemplo, eso pasó cuando el 11 de septiembre del 2001 fueron derribadas las torres gemelas de la ciudad de Nueva York, debido a un muy sospechoso atentado de la organización terrorista Al Qaeda comandada por el (¿escurridizo?) Obama Bin Laden. Fue suficiente para que el gobierno de Bush, en aquel entonces, pretextando una crisis nacional, iniciara su famosa “guerra contra el terrorismo”, la cual, si no se hacía, advirtió, podría ocasionar que “eventos terroristas” tales como el de las torres gemelas, pudieran repetirse y toda la estabilidad de EU se colapsara y se viniera abajo. Y tan efectivo fue esa especie de psicótico miedo que se indujo en la mayor parte de los estadounidenses (he conocido gente de ese país que se dice progresista y demócrata, que, sin objetar nada, estuvo de acuerdo con la subsecuentes invasiones a Afganistán y a Irak por motivos de “seguridad nacional”), que aceptaron sin titubeos que se implantaran medidas que inclusive atentaban contra los derechos humanos y las libertades básicas de todos los estadounidenses. Se implementaron ilegales cuestiones que permitían a agencias como el FBI o la CIA espiar telefónicamente a sospechosos, se consideraban “terroristas” a personas que tuvieran descendencia o fueran árabes, se investigaba en las escuelas a profesores y/o alumnos que estuvieran estudiando árabe o interesados en esa cultura, se “invitaba” a la ciudadanía a “denunciar” a cualquier persona que tuviera actividades “raras”, se detenía ilegalmente a cuanto extranjero ingresara o estuviera viviendo en ese país… y muchas otras arbitrariedades que la agencia que se formó especialmente para tal efecto, el “Department of Homeland Security”, coordinó, sin menoscabo de violar abiertamente las libertades civiles y de actuar el gobierno ilegal y hasta fascistamente (además, fue tan efectiva la psicosis creada, que a la fecha varios “patriotas” ciudadanos, voluntariamente se dedican a “cazar” terroristas a través del Internet. Aprenden árabe para hacerse pasar por árabes, ya que continúa el estigma de seguir considerando a dicha nacionalidad como “terrorista”, y espían a organizaciones y ciudadanos árabes con tal de “descubrir” planes para futuros atentados “terroristas”. Ver mi trabajo en Internet “Los aficionados antiterroristas o de cómo se sigue extendiendo la paranoia ‘antiterrorista’ ”). Pero además la “guerra contra el terrorismo” ha sido un excelente negocio desde entonces por los miles de millones de dólares que EU y el resto del mundo, obligado por aquél, han gastado para tenernos “más seguros” (ver mi trabajo en Internet “La amenaza terrorista: El nuevo gran negocio para la industria del miedo”).
Los tratamientos de “shock” también se han aplicado cuando se producen fuertes crisis económicas, tales como las que se achacaron a los estados de economía mixta (keynesianos), quienes a finales de los años setenta y principios de los ochenta, aún se guiaban bajo ese esquema, y que comenzaron a experimentar recurrentes problemas económicos (aunque nunca tan graves como los que actualmente se viven, producto de un desregulado, descontrolado y salvaje capitalismo, al que se dejó actuar a sus anchas durante los últimos treinta años). Dichas crisis en realidad no fueron producto de la participación del estado en la economía, sino que se deben al carácter inherentemente crítico y recesivo del sistema capitalista, pero así se hizo ver. Los problemas derivados de dichas crisis, tales como altísimas inflaciones (de mil por ciento o más, o sea, que un artículo podía subir hasta diez veces su valor en sólo un año), además de fuertes deudas externas (las que se debieron a préstamos de bancos extranjeros, con gran ánimo de obtener buenas ganancias), provocaron en la población de tales países (especialmente de la región latinoamericana), una gran preocupación, acompañada de angustias y miedos y una creciente inseguridad económica, pues todo subía inclementemente, menos sus salarios, además de que en cualquier momento podían ser despedidos. Y se debe señalar, como analiza Naomi Klein en su mencionado libro, que esas crisis e inestabilidades financieras, la mayoría fueron heredadas de las dictaduras militares, sobre todo en Latinoamérica, que fueron infames, violentas, asesinas y autoritarias formas de imposición política (muy bien planeadas y vigiladas por Estados Unidos, la CIA y sus corporaciones), que defendieron solamente los intereses de las empresas y corporaciones extranjeras establecidas en esos países, y de las clases capitalistas “nacionales” ligadas a aquéllas, todo lo cual dio lugar a brutales experimentos económicos, que lo único que provocaron fue una mayor concentración de la riqueza en unas cuantas manos, generalizada pobreza poblacional (los miles de latinoamericanos que se sumaban a los niveles de pauperización, semana a semana, eran dramáticos), niveles de desempleo nunca antes vistos, altísimos niveles de corrupción gubernamental que se alimentaron justamente de los préstamos internacionales, excesivos gastos en compras de armas para que pudieran los militares reprimir sobradamente a sus aterrorizados ciudadanos mientras hacían sus “experimentos económicos”, subsidios y “estímulos fiscales” a las empresas “nacionales” y extranjeras… y otros ilegales saqueos cometidos por aquéllos corruptos, genocidas militares, en contubernio con las mencionadas corporaciones, factores que, en conjunto, fueron las causas que dieron lugar a las abultadas deudas externas mencionadas antes (las que se incrementaron aún más cuando los bancos extranjeros, muy estratégicamente, aumentaron sus tasas de interés a 15% o más, con tal de preparar las condiciones para aplicar los planes de “shock” para “resolver los problemas económicos de las economías emergentes”).
Así que terminadas las dictaduras militares y sus horrores (que más que a la resistencia social, se debieron a que su promotor y patrocinador, el gobierno estadounidense, se percató de que ni habían funcionado como “experimento económico” para resolver las recurrentes crisis económicas, y además estaba saliéndole muy caro seguir sosteniendo a los corruptos, genocidas militares), habiendo hecho la transición a regímenes “democráticamente electos”, los ciudadanos de esos países, por lo menos tenían ya, de acuerdo con la demagogia gubernamental, asegurada su “libertad política”. Pero ante las fuertes crisis e inestabilidades económicas heredadas del pasado (algo que por aquellos años constituía un cotidiano “azote” para la gente, eran las altas tasas de inflación mencionadas arriba, que pulverizaban en una semana el salario del trabajador y cuanto aumento se le otorgara), cualquier receta que bajara antes que nada tan altos índices inflacionarios y “corrigiera” el rumbo económico, era digamos que resignadamente bienvenida por toda la gente, aunque eso requiriera “grandes sacrificios”, sobre todo entre la mayoría de la pauperizada población (en México, por ejemplo, eso comenzó a implantarse en el sexenio de Miguel de la Madrid y aún se recuerdan la cantidad de cierres de empresas públicas o que se vendieron, los masivos despidos de trabajadores a que ello tuvo lugar, el alza generalizada de precios de combustibles, de electricidad, de servicios… las restricciones laborales… pero, efectivamente, la gente estaba resignada pues entendía o se les “hizo entender” que era “por su bien”). Eso posibilitó a los barones del dinero y a las corporaciones, la imposición de extremas “medidas correctivas”, a través, sobre todo, del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario internacional (FMI), con tal de “aliviar” los problemas económicos (el FMI y el BM, desde entonces, son simples organismos al servicio de las potencias dominantes, las del G-7 más Rusia, encargados de aplicar disciplinaria y draconianamente las recetas administrativas que beneficien no a los países que pretenden “rescatar”, sino a las globales corporaciones industriales y financieras, las pertenecientes justo a esos países dominantes). La exigencia para que tales agencias (al servicio del capitalismo central, como dije), era que el estado vendiera la mayoría de sus empresas públicas, suprimiera sus barreras proteccionistas para alentar el “libre mercado” y disminuyera sus gastos sociales. Esto implanta a nivel mundial al así llamado neoliberalismo, que, como se ve, en lugar de resolver las crisis, las ha agudizado aún más, como sucede con la actual recesión mundial que estamos experimentando, considerada de las peores desde la crisis de 1929.
Así pues, fue posible imponer infames “curas económicas” (shock treatment) gracias, como dije, a que en determinado momento los problemas existentes son tan aparentemente graves y “apocalípticos” que no queda de otra. Incluso, cuando ocurren desastres naturales, tales como terremotos, huracanes o inundaciones, los gobiernos, junto con el capitalismo mundial, los aprovechan muy a su favor, con tal de implantar cambios en su propio beneficio. En México, por ejemplo, tras los sismos de 1985, fue posible en la capital, de las más afectadas zonas, deshacerse de cientos de viejas viviendas y vecindades en renta que fueron sustituidas por masivas construcciones nuevas, las cuales se vendieron a sus propietarios (si podían comprarlas, claro), no se les rentaron, como antes, lo que constituyó un excelente negocio para quienes tuvieron tan oportunista, lucrativa idea. En Estados Unidos, cuando la ciudad de Nueva Orleáns fue afectada por el huracán Katrina, en agosto de 2005, miles de casas del llamado “public housing” – que eran casas que el gobierno digamos que había construido y financiado a precios subsidiados para que las adquiriera la población de bajos ingresos desde la época del “estado benefactor”, el de economía mixta de Roosvelt – fueron arrasadas, lo que de inmediato Bush y sus secuaces aprovecharon para reconstruir a cargo de empresas constructoras privadas, bajo el esquema de venta a precios de mercado, “reales”, y no subsidiados, como era antes. Si los antiguos moradores podían comprar, bien, y si no, ni modo, era su problema. Un prominente congresista republicano, Richard Baker, en ese entonces comentó, cínico, que “lo que el gobierno nunca pudo hacer en años, deshacerse del ‘public housing’, la fuerza de la naturaleza lo había hecho en sólo un día”. Lo mismo sucedió con las escuelas públicas que resultaron afectadas o destruidas, pues en lugar de repararlas o reconstruirlas, se dieron concesiones para escuelas privadas y a la gente sólo se le otorgaron “subsidios” parciales (medias becas, por ejemplo) para que metiera a sus hijos allí… también los que pudieran, claro.
Y así, podría seguir con los ejemplos de lo que una situación de tensión y drama generalizado puede hacer para los efectos de la aplicación de tratamientos de “shock”.
En nuestros días esto justo sucede en México, a través de dos cuestiones fundamentales: la violencia y el poder del así llamado “narcotráfico”, por un lado, y la recesión económica que ya también nos está afectando profundamente, por el otro.
En cuanto al primer factor, el surgimiento del narcotráfico como un “peligro para la estabilidad”, no es algo que se haya dado así, repentino, sino que lo que actualmente estamos viviendo es producto de las íntimas y ocultas relaciones que ha forjado el Estado, desde años atrás, con mafias financieras y empresariales que han permitido, entre otras cosas, la existencia de la actual presidencia fraudulenta en el poder y un gabinete de panistas que en lugar de efectivamente gobernar, han buscado hacer los grandes negocios, junto con sus secuaces, desde la ilegal venta de tierras en áreas naturales para ser convertidas en proyectos turísticos, hasta los intentos (fallidos, por lo pronto), de privatización de la industria petrolera. El narcotráfico, claro, también es un muy lucrativo y excelente negocio y bancos como Banamex, filial del quebrado Citigroup, se ligan al lavado de dinero que desde hace muchos años se ha venido realizando sin mayores problemas (sí, desde gobiernos anteriores, que lo han cobijado, y como lo sigue haciendo el actual. Ver mi artículo en Internet “Especulación y narcotráfico, nuevos grandes negocios del lumpencapitalismo”). Así que si de repente esos pactos, digamos que de haberle vendido el alma al diablo desde hace mucho tiempo, se tratan de romper, así, “limpiarse de toda culpa”, es lógica la reacción que las desairadas, afectadas mafias están teniendo (las frecuentes ejecuciones de funcionarios, policías o militares así lo evidencian). El que se señale a la “corrupción” como el factor detrás de los problemas que se están dando en cuanto a los niveles de violencia (que, además, presentándola así, como un factor aislado, clave por sí mismo, se pretendería con ello que el gobierno fuera totalmente ajeno a ella, una víctima, siendo que justamente la corrupción es parte inherente de aquél), es justo lo que evidencia cuan ligados están los poderosos grupos oligárquicos (los que controlan todo, como dije, gobierno, bancos, telecomunicaciones, industrias, minas…) con los llamados “negocios ilícitos”, los que resultan fundamentales y la parte más lucrativa para muchos de aquéllos. Por mencionar un caso de qué tan importante es el narcotráfico para muchos países, considérese el ejemplo de Afganistán, país que a pesar de la invasión militar, principalmente estadounidense, resulta que ha incrementado diez veces su producción de opio, gracias a lo cual, surte del ochenta por ciento de la droga que se consume en el mundo, y que sorprendentemente hay grandes facilidades para que los embarques de dicha droga salgan de los aeropuertos que están controlados nada menos que por las “fuerzas de paz” de la OTAN. Es muy importante la siembra de opio y la producción de drogas para Afganistán, pues es un negocio que asciende a unos mil millones de dólares anuales, la mitad de la actividad económica anual de dicho empobrecido país, que ya no existiría de no ser por dichas drogas (se ha sugerido desde el Departamento de Estado estadounidense que podría comprarse cada año la totalidad de la producción de opio, como posible “solución” con tal de “evitar que los campesinos afganos la vendieran a los ilegales fabricantes de drogas”). Así que podría decirse que no sólo nos estamos “colombianizando”, sino que también “afganistanizando”.
Pero una ventaja clara deben de obtener los actuales mal administradores panistas de esa violencia que ellos mismos, desde las cúpulas del poder, han cobijado. Y dicha ventaja es que ahora sólo se quiere presentar como el problema “más grave” que tiene México al poder y la violencia que el narcotráfico está generando, frente a los cuales se quisiera mostrar al Estado como “ajeno”, y ante ello, nada más importa, no. No importa que la política entreguista del panismo esté vendiendo todos los recursos naturales que posee el país, incluido el petróleo, el más importante de todos, a empresas extranjeras que hacen un buen negocio con ellos (por ejemplo, se han vendido desde que el panismo gobierna, cientos de hectáreas de tierras en zonas protegidas y reservas naturales, muy importantes ecológicamente hablando, para el desarrollo de complejos turísticos, sin que importe, siquiera, el impacto y el daño ambiental que tendrán éstos). No importa que la carga fiscal que pesa sobre los contribuyentes, sobre todo los de más bajos ingresos, se esté agravando más con la imposición de nuevos aranceles, los que están incluso desalentando y acabando con su actividad. No importa que exista una abierta impunidad, debido a la cual ciudadanos comunes sufren a diario actos delincuenciales o ilícitos. Así, asaltos, asesinatos, secuestros, fraudes, desapariciones, prepotencia policial y militar, víctimas de corrupción, presas del agiotismo bancario que cobra altísimos intereses por el crédito otorgado… pasan prácticamente desapercibidos y los órganos legales y judiciales nada les resuelven. Por ello es que mucha gente ya ni se preocupa en levantar un acta ministerial al sufrir un acto delictivo, pues la mayoría de las veces la autoridad no procede legalmente para investigar y resolver el problema, dejando muchos delitos, tales como los robos, secuestros o asesinatos, impunes pues nunca se “localiza” a los culpables. Y en cuanto a los asesinatos o desapariciones de líderes sociales que defienden los derechos de sus representados o periodistas honestos que tratan de descubrir los sucios negocios de gobierno y mafias, no, ¡nunca se hallan culpables!, y son crímenes que han quedado impunes, como el asesinato del periodista estadounidense Brad Will, quien intentaba mostrar la lucha social de la APPO en Oaxaca contra el gangster Ulises Ruiz, del que a la fecha “no se sabe quién lo mató”. O el reciente, también cobarde asesinato, de los líderes campesinos mixtecos Raúl Lucas Lucía y Manuel Ponce Rosas, quienes fueron “levantados” y posteriormente torturados y asesinados arteramente. No, tampoco allí la policía, ni las autoridades judiciales “saben” quién lo hizo, a pesar de que testigos afirman que aparentemente fueron “policías investigadores ministeriales” del estado de Guerrero quienes cometieron tan infame crimen. Pero, en sentido opuesto, sorprende la rapidez con la que el Estado trata de inculpar y juzgar a los líderes políticos que le estén provocando muchas movilizaciones y problemas, como fue el caso de los líderes de la mencionada APPO (Flavio Sosa, entre los principales, quien fue encarcelado más de dos años) o los de San Salvador Atenco, a quienes de inmediato se apresó y sentenció a severas penas carcelarias (el caso más dramático e injusto es el del sexagenario líder Ignacio del Valle, atenquense que por defender las tierras de sus compañeros de lucha, está sentenciado a penas que acumuladas suman ¡112 años!). Incluso se trató a finales del 2007, con tal de que la inculpación y arresto de “sospechosos” fuera rapidísima, de aprobar una ley que hubiera autorizado a cualquier policía a allanar una casa, sin orden de cateo, y arrestar a los presuntos delincuentes, sin orden de arresto, la cual, de momento está suspendida, pero es indudable que podría aprobarse si el tratamiento de “shock” así lo amerita.
Tampoco importa, ante el narcotráfico, la ineptitud gubernamental, la que está agravando problemas tales como la propia crisis económica que estamos viviendo actualmente (las medidas implementadas, como la indiscriminada venta de dólares para “evitar” que el peso se devalúe más, van principalmente dirigidas al rescate de las empresas y los bancos, quienes tienen adeudos en moneda estadounidense, que a los ciudadanos comunes, los más afectados en esta hecatombe)… no, nada es más importante que “la guerra sin cuartel al narcotráfico”. Y he ahí un primer elemento que amerita el tratamiento de “shock”, pues el amarillismo mediático con que se ha manejado el problema de la violencia creada por el narcotráfico, intenta mostrar que es sólo el “crimen organizado” el causante, y que el gobierno nada tiene que ver, muy estratégicamente se ha exculpado y deslindado. Así pues, ese alarmismo-amarillismo que tanto el Estado, como los medios de manipulación masivos (pro gubernamentales éstos) se han encargado de inflar, presentándolo como el más dramático y peor de nuestros males, está surtiendo un excelente efecto psicológico entre la población, mucha de la cual ya ni cuestiona que el ejército vigile las calles y que el país se deba de militarizar (en efecto, hay ejecuciones de capos o de algunas autoridades, pero son casos focalizados, no extendidos a todo el país, pero gracias al alarmismo con que se manejan y también a que hoy día el mundo es una especie de vecindario electrónico en donde todo lo que sucede, especialmente las malas noticias, se difunden por todas partes con efectiva rapidez, se crea la sensación de que tenemos la violencia a un lado. El quebrado diario español “El país”, realizó un reportaje que más tiene tintes sensacionalistas para vender, que de proporcionar información veraz, al calificar a Ciudad Juárez como “el rincón más peligroso del mundo”. Me pregunto, ¿en dónde quedarían sitios como Irak, por ejemplo, con frecuentes atentados suicidas? Pero valga también ese amarillismo de la prensa extranjera para contribuir más a la idea de “descomposición del Estado”). Así pues, al imponerse la idea de que sólo militarizando al país el problema del narcotráfico se resolverá, se matan dos pájaros de un tiro, pues por un lado se incrementa el poder autoritario de este gobierno echando mano del ejército y, por el otro, se justifica una medida, los militares realizando tareas judiciales, que carece de fundamentos legales definidos (los mismos mandos militares han dicho que es necesario que haya una legislación clara que convierta a las labores policiales que realiza el ejército en algo cotidiano, rutinario), lo cual sería un paso previo al establecimiento, muy aproximado, de un “Estado de excepción”, situación bajo la cual son abolidas todas las garantías legales, desaparece el gobierno y pasa a tomar el mando el cuerpo militar. Eso sucede ya en Ciudad Juárez, en donde el ejército tomó por completo el mando policial (el primero de marzo arribaron casi 2000 soldados más allí). El presidente municipal de esa ciudad, José Reyes Ferriz, declaró que lo que se está haciendo en el lugar, es decir, la militarización, es una especie de “modelo experimental” que el gobierno de Calderón prevé que se pueda ir implantando en “donde sea necesario”. Así pues, militarizar ha sido siempre la “solución”, imponer dictaduras militares como aquéllas a las que me referí antes, pues se ha justificado la incapacidad de mando de los gobiernos que en su momento derrocaron dichas dictaduras, como motivo suficiente para hacerlo (aunque esa “incapacidad”, más tuvo que ver con el hecho de que se trataba de gobiernos que buscaban beneficiar a las clases trabajadoras y recortar los privilegios de los grupos dominantes).
Entonces, ya con un tercio del ejército patrullando varios lugares del país, pero con un fin perfectamente definido, el del “combate al narco”, será justificable que para efectuar tal lucha, los militares, incluso, puedan estar autorizados a cometer actos ilegales o prepotentes, tales como detenciones arbitrarias, cateos a domicilios sin orden judicial, disparar contra supuestos sospechosos… y muchos otros ilícitos que han merecido varias quejas en contra de las fuerzas armadas. Por ejemplo, ya se han reportado varios “errores” de soldados que han asesinado en retenes a ciudadanos inocentes, quienes víctimas del terror de ser detenidos por militares en medio de la noche (hay tantos falsos soldados y policías, que sólo detienen para robar o asesinar, que es natural que la gente tema a esos retenes), no obedecen la señal de detenerse que se les hace (el caso más reciente fue el asesinato en diciembre del año pasado, 2008, de una mujer embarazada, a bordo de su automóvil, que por pánico no detuvo su auto en un retén militar ubicado en Ciudad Juárez, Chihuahua). Recientemente, un funcionario de la Secretaria de la Defensa Nacional, el general Jaime Antonio López Portillo, declaró que las 671 quejas en contra de elementos del ejército que se presentaron en el 2008, “no son muchas”, tomando en cuenta que a diario se despliegan 45 mil soldados (eso daría un porcentaje de 1.5% de soldados que hubieran cometido una falta, y quizá por eso a este general le parezcan “pocas” las quejas). Claro, y con tal de no echarse los panistas en contra al “leal” ejército que “combate al narcotráfico” y quedar muy bien con éste, se pasan por alto tales denuncias y por ello se ha tratado de dar carpetazo y dejar impunes actos de brutalidad y ensañamiento militar contra la población civil, como el vergonzoso acto cometido contra la mujer indígena Ernestina Ascencio (que recién cumple dos años), sexagenaria, humilde campesina, quien a pesar de su propio testimonio y de las indiscutibles pruebas forenses que se le practicaron al morir (se le hallaron severos desgarres vaginales y restos de semen de varios individuos), de que había sido violada tumultuariamente por militares, al final el caso se cerró por presión desde las altas esferas (el mismo Felipe Calderón, en un acto de claro desdén hacia el infame crimen y prepotencia, declaró que la mujer había fallecido de una “gastritis mal atendida”, haciendo eco de los falsos argumentos emitidos por José Luís Soberanis, presidente de la Comisión de Derechos Humanos, quien sostuvo tales vergonzosas aberraciones y por el gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, quien, aunque inicialmente había favorecido que se trataba de una violación por militares, al final, extrañamente, “cambió de opinión” y también aceptó que se trataba de una gastritis). Y en las recientes manifestaciones de jóvenes encapuchados que han querido achacarse a los narcos (independientemente de si esto sea verdad o no), muchas de las personas que han asistido, han denunciado que ellos o familiares han sido víctimas de la violencia y prepotencia militares, algo que es indudable dada la impunidad con que tradicionalmente opera el ejército (son frecuentes las incursiones militares, por ejemplo, en las tierras ocupadas por bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, en Chiapas, cuyo fin ha sido intimidar y expulsar de esos lugares a sus hostigados habitantes. Y recuérdese que la represión hecha contra estudiantes en 1968 fue consumada por soldados, así como la “guerra sucia” desatada contra activistas políticos en los años posteriores fue llevada a cabo principalmente por cuerpos de inteligencia militar). Pero además esto será un excelente negocio para los armeros que surten al ejército (principalmente estadounidenses), pues al emplear extensiva e intensivamente al ejército, se requerirá mucho más armamento, además de todos los gastos que tan tremenda movilización de tropas necesitará, por ejemplo, la transportación, la alimentación, el hospedaje (sí, muchos deben de estar haciendo las grandes cuentas).
Así pues, el actual gobierno panista, al apostar exclusivamente a la violencia militar, se estaría infligiendo una especie de auto-cuasigolpe de estado al relegar las tareas de control, mando y vigilancia de gran parte del país al ejército, reconociendo de esa manera una intrínseca ineptitud para gobernar, pero que no se presenta ante la gente como tal, sino como una acción por el “bien del país”. Calderón podría declamarlo así: “¡Delego algunas de mis facultades y mis funciones en el ejército, pero sigo firme en la presidencia fraudulenta!”. Es que el tratamiento de “shock” así lo requiere. Lo más irónico de todo es que se está cayendo en los “funestos presagios” que se argumentaron durante la campaña de desprestigio contra el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, los que argumentaban que el país se iría al caos y a la descomposición si éste ganaba, todo lo cual fue parte del golpe de estado mediático gracias al cual, como he señalado antes, pudo ganar fraudulentamente Felipe Calderón y en el que las mafias empresariales y bancarias ligadas al narcotráfico, que ahora Calderón pretende combatir, ejercieron una gran participación. Pero todo sea en nombre de seguir controlando al país-negocio que es México.
El segundo elemento que mencioné para aplicar el doloroso tratamiento de “shock” es la actual recesión económica, indudablemente mucho más grave que otras que se hayan visto con anterioridad, pues emana directamente del centro capitalista del mundo, los Estados Unidos, quebrado país que ahora descarga inmisericordemente sus errores económicos, bancarios y administrativos sobre el resto del mundo (ver mi artículo en Internet “El convenenciero capitalismo salvaje”). En este caso, el “catastrofismo” tan criticado últimamente por Calderón, le está sirviendo también a la perfección, pues está preparando psicológicamente a los mexicanos para la aplicación de “curas” que por muy “dolorosas” que sean, serán para “salvar” al país de una hecatombe económica. Así pues, se están aplicando, con tal pretexto, nuevos impuestos, como el IETU (Impuesto empresarial de tasa única), que están agravando el peso arancelario que ya pende principalmente sobre los trabajadores (no sobre las grandes empresas, las que son expertas en evadir impuestos o en disminuir su pago), se incrementan los precios de los combustibles al aumentar la cantidad que el gobierno retiene como gravamen fiscal (hay una demanda actualmente desde el sector de los transportes públicos exigiendo la congelación del precio del diesel, el que ha seguido subiendo mes tras mes, dificultando aún más las actividades económicas que dicho sector de por sí tiene ya). Incluso se habla ya de que buscará aplicarse el IVA a todo, incluyendo alimentos y medicinas, que hasta ahora han estado exentos, pero con una tasa del 12% (¡para que vean que somos muy buenos, la bajamos del 15% al 12%!, alardearán los mal administradores panistas), con tal de aumentar la recaudación, se justifica, para preparar al país contra los profundos efectos que esta recesión tendrá, según reza el discurso oficial. Sin embargo, más bien parece que esa recaudación será enfocada a enfrentar los altos costos que el dispendio gubernamental ejerce, desde incrementar sustancialmente el presupuesto para las fuerzas armadas (las que, como ya señalé son fundamentales tanto para la “guerra contra el narcotráfico”, como para el control del descontento social que detonarán las impopulares medidas económicas, fiscales y legales que se irán imponiendo), seguir pagando insultantes altos salarios a todos los funcionarios y hasta que se puedan “rescatar” empresas (ya lo comenzó a hacer el gobernador de Coahuila, el señor Humberto Moreira Valdés, quien “apoyó” con un millón y medio de dólares a la planta de General Motors ubicada en ese estado. O el Banco de México, subastando dólares indiscriminadamente, para que no se siga devaluando el peso, con tal de que las empresas que tengan adeudos en esa moneda no los paguen tan caros).
Y también se está aprovechando que todo es “guerra al narco”, para forzar, ahora sí, dicen los panistas, una sustancial modificación a las leyes laborales (la “Ley Federal del Trabajo” principalmente), con tal de que los patrones puedan actuar más libremente en la contratación de los trabajadores, quienes si de por sí con la legislación actual son víctimas frecuentes de despidos injustificados, malas condiciones laborales, bajos salarios, anulación de prestaciones, sobreexplotación, entre otras ilegalidades laborales, si esas leyes se modifican, su situación empeorará, a cambio de que México sea, como China, una especie de paraíso laboral, con trabajadores controlados militarmente (dado el proceso de militarización que expongo arriba), mal pagados, y sometidos a la conveniencia y capricho de las empresas, sobre todo extranjeras, que manejarán a su antojo a esos trabajadores. Así pues, todas esas medidas de “shock”, se justifican plenamente ante los “terribles” efectos que la recesión, (junto con la guerra al narco) tendrá. Todas esas imposiciones, indudablemente que se aplicarán, pero lo inmoral aquí es que en lugar de que se busquen medidas que atenúen esos efectos en la población de menores ingresos, que es la mayoría, lo único que se haga sea forzar “soluciones” que solamente aminoren los efectos perniciosos en los grupos privilegiados del país, incluyendo, claro, a la clase gobernante ligada a ellos.
Pero no deben de sorprender los tratamientos de “shock”, justificarán los panistas, ya que en todos lados, no sólo en México, se implementarán, como lo que está haciendo Barack Obama en EU (lo que afectará a México, por supuesto), el centro y causante de la crisis, al enfatizar que si no se rescata a los bancos estadounidenses (como se está haciendo, por ejemplo, con el quebrado Citigroup), por muy impopular que eso parezca, se corre el riesgo de que el “país se colapse en el corto plazo”. Incluso se habla ya de que la recesión económica en todo el mundo, pero sobre todo los efectos que tendrá en los países más pobres y vulnerables, estará muy ligada a la “seguridad interna” de ese país. Así que eso prepara muy bien el terreno para futuras invasiones estadounidenses a “naciones inestables” (más tratamientos de “shock”, pues), así, como México, con tal de que la “seguridad interna” de EU no se vea afectada (muy estratégicamente Obama prevé subirle el presupuesto al Pentágono un 4% en el año 2010, quizá para que el ejército esté preparado para las eventualidades y problemas que la severa crisis planteará a su “seguridad nacional”). Y no sólo eso, sino que en recientes declaraciones hechas por el ex zar antidrogas de EU, el señor Barry McCaffrey, en referencia a México y el narcotráfico, urgió a que se detenga el poder de las mafias mexicanas de narcotraficantes, pues todo el dinero que obtienen por la venta de drogas en ese país (que para el año pasado se calcula que ascendió a unos $18,000 millones de dólares), las está fortaleciendo más, y eso está afectando la gobernabilidad en México (precisamente lo que analizo en este trabajo, que, como ya comenté, le cae como anillo al dedo a ambos gobiernos para justificar una futura militarización de todo el país y recrudecer la represión no tanto contra el “crimen organizado”, sino contra las protestas sociales), por lo que reiteró que “México es una emergencia nacional” (justificación del tratamiento de “shock”). Eso mismo declaró el Pentágono, a través del US Joint Forces Command, organismo que advirtió que México se enfrenta al peligro de sufrir un “rápido y repentino colapso debido al poder de las mafias criminales y los cárteles de las drogas”. Y ya el secretario de la Defensa, el republicano Robert Gates (un muy conservador personaje, que sirviera tanto a Bush padre como a Bush hijo), declaró por estos días que “Estados Unidos quiere incrementar la asistencia militar que provee a México para su lucha contra el tráfico de drogas. La ayuda podría ser suministrando equipo militar, entrenamiento, labores de inteligencia, con tal de ayudar a las autoridades en su lucha contra los bien armados y organizados narcotraficantes”. Bastará leer entre líneas que lo que Gates dijo es más que un “ofrecimiento”, pues en realidad se trataría de una medida que EU se reservaría el derecho de aplicar unilateralmente, con tal de que su “seguridad interna” no se exponga. Y también significaría que no le basta a EU con la aprobación del “Plan Mérida” – que pudo haberse también denominado “Plan México”, en alusión al “Plan Colombia” –, con el que sólo se destinan fondos para que México “combata al crimen organizado”, sino que se estaría planteando que el gobierno de Calderón acepte ayuda militar directa (y previendo también que aquellos fondos no se emplearan correctamente).
Por tanto, como puede verse, podría estarse preparando el terreno para pretextar, en un no muy lejano futuro, quizá hasta una intervención militar estadounidense de “corto alcance” (ya el gobernador de Texas, Rick Perry, adelantándosele a Gates, habla de que militarizará completamente la frontera entre su estado y Texas, con la operación “Río Grande”, y no es de dudarse que podría autorizar incluso incursiones a nuestro país, si fuera necesario, para combatir a los delincuentes, todo para garantizar la seguridad de su estado), con tal de “apaciguar” al país. Sí, se requerirá un tratamiento de “shock”.
Si eso sucede, las mafias, la “guerra al narco”, la “descomposición del Estado mexicano”… habrán servido perfectamente bien para tal cometido.
Pero si así fuera, EU no sólo estaría buscando acabar con el poder del narcotráfico, pues eso se podría lograr más fácilmente legalizando las drogas y desmantelando las redes de lavado de dinero que operan conjuntamente entre los dos países (algo que no se hará, pues se acabaría con el “Big Money” que ese negocio deja), sino que además México es estratégico para los planes de “seguridad energética” que EU diseña desde hace años, con tal de proveerse de energéticos vitales como el petróleo, del que México tiene probadas y potenciales reservas (en los llamados “pozos ultraprofundos” del golfo, que pretenden concesionarse a empresas extranjeras o los yacimientos hallados recientemente en Chicontepec, Veracruz, todo lo cual podría aumentar muchos años más, se especula, la producción petrolera mexicana. Ver mi artículo en Internet “Los pozos petroleros ultraprofundos, otra manera de seguir garantizando la dominación estadounidense sobre México”).
Y claro, en referencia a la “seguridad interna” que menciono arriba, México es también muy estratégico como espacio de “contención de actos de terrorismo, descontento social y subversión que pudieran provenir de la frontera sur de EU”, tal y como se ha estipulado en los planes de “seguridad nacional” que Bush y su “guerra contra el terrorismo” asignaron para su “patio trasero”. Véase, al respecto, lo efectivas que son nuestras autoridades migratorias para contener, mediante golpes y violentos métodos, a los ilegales centroamericanos que intentan penetrar por la frontera sur de México en su camino hacia EU. Son menos indocumentados que la migra estadounidense tendrá que arrestar y deportar a sus países.
Así pues, resultaría práctico militarizar al país, ya sea que sólo lo hicieran los panistas o combinadamente con EU, la opción más óptima.
Por tanto, es bastante probable que la “descomposición del estado mexicano”, sea parte de un velado plan contemplado desde EU, en asociación con los panistas, para dar paso, como dije arriba, a un Estado militarizado, rígido, disfrazado de “democracia”, que sirva más efectivamente a los intereses estadounidenses de toda índole (por ello se seguirá impidiendo, a toda costa, que gane las elecciones un candidato de izquierda, como López Obrador, pues ello interferiría con los planes estadounidenses. Y por tal razón es que el reflujo del PRI, como alternativa que deje de lado a los ineptos, negociantes panistas, se ve como una fuerte, ideal opción, ya que siempre ha sido un partido pro empresarial, pro estadounidense y también muy dado a ejercer “mano dura” contra el descontento social).
Esto explicaría muy bien la cínica actitud que EU muestra en cuanto al doble juego que lleva al referirse a la “descomposición” del Estado mexicano. Por un lado hace sus alarmistas declaraciones contra México, pero no menciona que ciertamente la producción de drogas continúa al alza por el fuerte consumo de estupefacientes que sostiene una buena parte de los estadounidenses, así que mientras no disminuya la demanda, no disminuirá el narcotráfico (es una exigencia en algunos círculos gubernamentales de ese país que se legalicen drogas como la marihuana, pues esa medida contribuiría, se dice, a disminuir fuertemente ese problema).
Por otro lado, lo del “gran poder” de las mafias y los cárteles de las drogas se debe también a que con todos los millones de dólares que ganan pueden armarse perfectamente bien con todo tipo de sofisticados arsenales de rifles de asalto, metralletas, pistolas… que compran justamente en EU, en donde las laxas leyes sobre posesión de armas, permiten un nutrido comercio de aquéllas (unos 200 millones de estadounidenses poseen armas de todo tipo). La institución Brookings estima que alrededor de 2000 armas son compradas y llevadas desde EU a México todos los días, lo que nos daría la sobrecogedora cifra de más de 730,000 por año. Estimando un costo por arma de unos $200 dólares, los vendedores de tales armas obtendrían unos nada despreciables 146 millones de dólares. Esos vendedores son armeros que operan a lo largo de la frontera, de los que hay alrededor de 6600, que es en donde, sin problemas, se surten los narcotraficantes. Así que siendo tan excelente negocio, no parará, a menos que las hipócritas autoridades estadounidenses (el periódico New York Times también llamó “hipócritas” a las autoridades estadounidenses por el doble juego que practican) hagan algo contra ese ilegal, pero muy lucrativo tráfico. Y en este momento, con la tremenda recesión que están padeciendo los ciudadanos de EU, evitar que entraran esos millones de dólares y en algo “aliviaran” los problemas económicos, sería absurdo. Por ello, pues, no sorprende que en la “guerra contra el narco” emprendida por Calderón, los delincuentes estén mejor armados que las policías o el mismo ejército (es increíble que incluso ya posean los narcos hasta lanzacohetes y granadas).
Así pues, bienvenida sea la “descomposición del estado”, la “guerra al narco”, el “crimen organizado” y la “recesión económica”. Nada mejor para aplicar los tratamientos de “shock”.
Las elites empresariales estadounidenses y mexicanas, ligadas a las mafias, y los mal administradores panistas, se beneficiarán bastante de tales “desgracias” y de tales “tratamientos”. Nunca antes el “catastrofismo” de cualquier forma fue tan oportuno.
Contacto: studillac@hotmail.com