domingo, 18 de mayo de 2014

Estados Unidos y el aberrante legado de la esclavitud



Estados Unidos y el aberrante legado de la esclavitud
Por Adán Salgado Andrade

Existen muchos vergonzosos hechos históricos de los cuales no tenemos, a ciencia cierta, constancia de lo deplorables que fueron, pues los tiempos durante los que sucedieron son tan distantes, que no hay forma de tener una idea exacta de lo terribles y brutales que fueron, al no existir medios, como los que tenemos ahora (fotos, filmaciones, grabaciones), que dieran constancia de cómo se realizaron tales cruentos eventos.
Por ejemplo, es el caso de la invasión española al México antiguo y la sangrienta toma y destrucción de la Gran Tenochtitlan, un holocausto peor aún que el sufrido por los judíos durante la segunda guerra mundial (de éste, como hay muchos registros fotográficos y fílmicos, podemos tener la idea exacta de lo brutal que fue el trato que los nazis les propinaron). No sólo ese hecho cruento, sino el posterior sometimiento español, de los que sólo podemos darnos alguna lejana idea mental, son obscenamente vergonzosos (sólo podemos imaginar las masacres por miles, las torturas, los aperreamientos, las quemas públicas, los descuartizamientos… y tantas otras barbaries cometidas por los mercenarios españoles, con tal de someter por la fuerza a los antiguos mexicanos).
Apenas si existen algunos escasos documentos que relatan someramente los hechos. De lo acontecido durante la dominación española hay sólo algunos y no son, precisamente, de primera mano. “Relatos aztecas de la conquista”, sería uno de ellos, que no da idea, del todo, del sufrimiento que ese encarnizado sometimiento implicó para los dominados por el mero uso de las armas y no de la razón.
Ante esa falta de medios que habrían podido registrar funestos hechos, sólo los testimonios de quienes sufrieron sometimiento y crueldad extrema, a lo largo de la historia, pueden dar una idea más clara de lo que determinado hecho funesto significó. Pero, por desgracia, también escasean los testimonios de quienes vivieron cosas así.
Por tanto, cuando en la actualidad se tiene la oportunidad de leer uno de los escasos documentos que dan cuenta de un hecho terrible, debemos de consultarlo, no sólo como un mero, terrible, acontecimiento histórico, sino como un antecedente que explique por qué ciertas reprobables conductas aún se siguen reproduciendo, si no del todo, sí como muestras latentes de nefastos comportamientos “humanos”.
Voy a referirme al libro “Doce años esclavo”, escrito por Solomon Northup, un afroestadounidense liberto, nacido en el estado de Nueva York, alrededor del año 1807. Justamente el libro de Northup es el tipo de testimonio al que me refiero arriba, pues es un relato de lo que ese hombre vivió durante doce largos y terrible años, desde que en 1841 fue engañado por un par de inescrupulosos tipos que, haciéndose pasar por artistas, lograron que Northup cayera en su trampa, creyendo que en pocos días ganaría mucho dinero. Como Northup tocaba perfectamente el violín, el par de farsantes lo convencieron para que tocara en un circo, que el trabajo sería fácil y la paga buena. No fue así, pues Northup fue drogado y, enseguida, encadenado y luego vendido a traficantes de esclavos que, como a él, se encargaban de secuestrar a afroestadounidenses libres, quienes, a base de golpizas, eran obligados a mentir de que eran, en efecto, esclavos, y que deseaban irse al sur, a trabajar en las grandes plantaciones que abundaban en Luisiana.
El director Steve McQueen realizó una cinta sobre la obra, y quizá por ello haya tomado tanta importancia de repente, pero no por eso deja de ser por sí misma relevante.
Por ello, vale mucho la pena leer el libro, para tener acceso, de primera mano, al importante, muy elocuente, a la vez de terrible testimonio de Northup (la edición que refiero es la traducción en español de Penguin Random House, 2014).
Desde que es golpeado brutalmente con un remo para que mintiera y dijera que era un esclavo en viaje a Luisiana, comienzan los sufrimientos de Northup. Esa mentira era necesaria porque en el norte del país, estaba prohibida la esclavitud y, en consecuencia, el secuestro y tráfico de gente negra era un delito. Dice Northup sobre la golpiza que le propinaron que “Al final, el remo se rompió y Burch (el golpeador y traficante) se quedó con el mango en la mano, sin poder utilizarlo. Yo seguía sin ceder. Todos aquellos brutales golpes no podían obligar a mis labios a decir la absurda mentira de que era esclavo. Burch, muy enfadado, tiró al suelo el mango del remo roto y  tomó el látigo, que fue mucho más doloroso. Intentaba aguantar con todas mis fuerzas, pero era en vano. Supliqué piedad, pero solo respondió a mis súplicas con juramentos y arañazos. Pensé que moriría bajo los latigazos de aquel maldito bruto. Todavía se me pone la carne de gallina al recordar aquella escena. Tenía la espalda en carne viva. Mi sufrimiento sólo se podía comparar con las ardientes agonías del infierno”.
Al final, otro de los esclavos controlados por Burch, le aconsejó que, por su propia vida, era mejor que dijera que era esclavo y que, en efecto, quería irse a trabajar a Luisiana. Y así lo hizo Northup, con tal de sobrevivir, sobre todo porque siempre albergó en su alma la idea de liberarse y regresar con su adorada familia.
Ya luego narra la forma en que eran ofrecidos a los posibles compradores, los cuales los revisaban como si fueran animales, caballos, por ejemplo, contemplándolos desnudos, revisando su piel, músculos, sus dientes, genitales, buscando que realmente fueran saludables. Eran posesiones valiosas, pues sus precios, variando entre mil a dos mil dólares, según aptitudes y características físicas, no tenían comparación al de verdaderos animales, tales como una vaca, que se cotizaba en unos cinco dólares o un caballo, cuarenta dólares. Y eran tan en firme las ventas, cual si se tratara de mercancías, que hasta se expedían y firmaban contratos de compra-venta cada que un esclavo era vendido o revendido. Dichos contratos funcionaban incluso a manera de hipotecas, cuando un plantador tenía deudas, “hipotecaba” a sus esclavos hasta que pudiera pagar sus deudas.
Narra que no tenían empacho los negreros (los traficantes) en separar familias, si a sus intereses convenía. Eso sucedió con una mujer, Eliza, que fue separada de sus dos hijos, una niña y un niño, a pesar de que suplicó a Freeman (irónico apellido de este tipo: hombre libre), otro de los negreros intermediarios en el tráfico, que le dejara al menos uno, que sería muy obediente y trabajadora. No fue así, y separaron a Eliza de sus vástagos. A la niña, sobre todo, descrita por Northup como muy linda y casi blanca, Freeman se negó a venderla a quien compró a Eliza, pues adujo que sería, ya mayor, muy valiosa. “¡Imaginen cómo será esa chiquilla de linda cuando sea grande. No, no, a ella la venderé cuando crezca y me darán una fortuna por ella¡”. Quizá la equiparara a un caballo “pura sangre”, se podría pensar.
Dice Northup que muy pronto se enteró de la prematura muerte de Eliza, por todo el sufrimiento que le ocasionó haber perdido a sus dos hijos.
Eso da cuenta del nivel de crueldad existente entre los blancos esclavistas que veían a los afroestadounidenses como simples mercancías, animales, sí, que se debían de vender al mejor postor.
Quizá porque los sufrimientos que vivió Northup desde el principio de su largo cautiverio fueron tan extremos y dolorosos, sea la razón que explique por qué pudo recordar tan bien todo lo vivido, cuando periodistas y editores le pidieron que escribiera sus testimonios, que era necesario que se supiera lo que pasaba al sur del país, sobre todo en el esclavista estado de Luisiana. Este estado, desde sus inicios, cuando fue fundado a finales del siglo 17 por franceses, fue esclavista. Ya cuando formó parte de EU, fue el tercer estado más próspero, debido a su producción algodonera y de azúcar. Por lo mismo, se requerían miles de esclavos y aunque códigos especiales prohibían que los maltrataran, los dueños de las plantaciones hacían caso omiso a esas “leyes” y actuaban como les pareciera contra los esclavos, con tal de ponerlos a trabajar. De todos modos, gracias a su riqueza, era que el resto de EU, sobre todo los estados norteños, toleraba la vergonzosa esclavitud. O sea, que era más importante el dinero que los hombres.
Incluso, Northup no sólo rememora en el libro los sufrimientos de los que fue estoica víctima, sino que en un acopio de filosófica sensibilidad, reconoce que había algunos, pocos, amos amables. Refiriéndose a su primer amo, William Ford, dice que “Por aquel entonces residía en Great Pine Woods, en la parroquia de Avoyelles, situada en el margen derecho del Río Rojo, en el corazón de Luisiana. Ahora es predicador baptista. A lo largo y ancho de toda la parroquia de Avoyelles, y especialmente a ambas orillas de Bayou Boeuf (este es el sitio en donde estuvo la mayor parte de su cautiverio Northup), donde mejor se le conoce, sus conciudadanos lo consideran un digno ministro de Dios. Tal vez a muchas mentes del norte la idea de un hombre que somete a su hermano a la esclavitud y el comercio con carne humana, les parezca absolutamente incomprensible con su concepción de la vida moral o piadosa (…). Pero yo fui durante un tiempo su esclavo, y tuve la oportunidad de conocer a fondo su carácter y su temperamento, y no le hago sino justicia al decir que, en mi opinión, no ha habido nunca un hombre más amable, noble, honrado y cristiano que William Ford. Las influencias y las compañías que lo rodearon siempre le impidieron ver la maldad inherente a la raíz de la esclavitud. Nunca dudó del derecho moral de un hombre a someter a otro a su voluntad. Como miraba a través del mismo cristal que sus padres antes que él, veía las cosas de la misma manera. Educado en otras circunstancias y con otras influencias, no cabe duda alguna de que sus convicciones habrían sido diferentes. Sin embargo, fue un amo ejemplar, pues se condujo honestamente a la luz de su entendimiento, y dichoso fue el esclavo que llegó a ser de su propiedad. Si todos los hombres fueran como él, la esclavitud quedaría desposada de más de la mitad de su amargura”.
Es muy interesante lo anterior, pues aunque Northup no deja de señalar a la esclavitud como un hecho inherentemente vergonzoso y retrógrado, el que de alguna manera redima a Ford, considerándolo, incluso, como un “amo ejemplar”, da cuenta de su profunda capacidad de análisis, aún ante la adversidad.
Northup tiene muy en alto a Ford, sobre todo porque fue él quien le salvó de ser ahorcado en una ocasión en que un hombre ruin lo trató con severidad y quiso azotarlo, sin razón alguna. Y era que, siendo blanco, cualquiera, hasta un vagabundo, podía abusar de un esclavo, sobre todo si se lo topaba caminando por los campos, exigiéndole su “pase”, que lo autorizaba a caminar solo por allí (únicamente con “pases”, que eran como una especie de permisos, autorizados y firmados por los amos, podían circular por los caminos los esclavos). De no tener tal pase, hasta esos inútiles vagos podían llevarlos a rastras a sus plantaciones o con el sheriff del lugar y exigir un pago por su mezquino servicio. No es difícil pensar la ruindad con que un simple vago podía actuar, sólo por ser blanco.
El que Northup, de alguna manera, exculpe a Ford por sus heredadas ideas esclavistas, lo expresa en otros pasajes de la obra, cuando se refiere a los hijos de los amos, que, a su parecer, aunque muchos eran buenos chicos, veían como algo natural que se azotara a un esclavo, pues seguramente se había ganado tal castigo, así, como un caballo que se rehusara a galopar.
Las muy pormenorizadas descripciones de la forma en que los “amos” castigaban, por cualquier motivo, a sus esclavos, son de crispar los nervios y, de verdad, hasta hacen llorar (me parece que, en eso, la película se queda corta). Por ello recomiendo la lectura del libro.
Baste decir que les cocían la carne a latigazos, fueran hombres o mujeres. Un “amo”, Edwin Epps, les pegaba por cualquier motivo, sobre todo cuando llegaba borracho a la plantación, lo cual era frecuente. Narra la brutalidad con que trataba a una joven mujer, Patsey, quien a pesar de ser campeona en la pizca del algodón (recogía, en promedio, más de 250 kilos por día, cuando la mayoría no podía pizcar más de cien), era azotada constantemente, por cualquier pretexto, además de que debía sufrir y soportar los frecuentes asaltos sexuales del perverso Epps. De esos encuentros sexuales forzados estaba enterada la esposa de Epps, lo cual la hacía enfermar de coraje, por lo que, además de los habituales castigos de aquél a Patsey, debían sumarse los que exigía la señora Epps que también le propinara.
Quizá que su esposa estuviera enterada de su relación con esa “asquerosa esclava”, era que Epps se esforzaba en castigar con mayor severidad a Patsey. Y también, cuando sospechaba que Patsey lo estuviera engañando con otro plantador, se ponía lívido de coraje. En una ocasión que Patsey fue por jabón para bañarse, que la esposa de Epps le negaba, por celos, éste se puso tan iracundo que azotó a Patsey como nunca antes lo hubiera hecho. Narra Northup que “Epps estaba más enfurecido y rabioso que nunca (…) cogió el látigo del suelo y empezó a golpearla (a Patsey) con mucha más saña (…). Los gritos y los gemidos de la torturada Patsey, junto con las maldiciones y las blasfemias que salían de la boca de Epps, cargaban el ambiente. Patsey fue lacerada de manera brutal y, sin exagerar, puedo decir que literalmente le desolló todo el cuerpo. El látigo estaba empapado de sangre, de una sangre que le corría por los costados y caía al suelo. Al final dejó de forcejear y, abatida, hundió la cabeza en el suelo. Sus súplicas y sus gritos fueron disminuyendo gradualmente hasta convertirse en débiles gemidos. Dejó de estremecerse cada vez que el látigo le golpeaba la carne. ¡Pensé que estaba agonizando!”.
Lo sorprendente es que Patsey sobrevivió al castigo, como generalmente sobrevivían todos los esclavos a esos latigueos, muchos sin sentido, sólo por el sádico afán de muchos amos, como Epps, de mostrarse duros. Quizá esa sobrevivencia era una especie de herencia, una característica física, que se les dio, por tantos años de estar sometidos a esos inhumanos tratos, incluso, de resignarse a ser esclavos de por vida (de hecho, no hubo rebeliones esclavas importantes y la abolición de la esclavitud se debió a una iniciativa tomada por los abolicionistas del norte de EU, liderados principalmente por Abraham Lincoln, lo que dio lugar a le guerra de secesión).
Una cosa que señala Northup, con cierta pena de su parte, es que muchos años Epps le dio el cargo de capataz. Para ejercerlo, al igual que los blancos, debía de castigar con latigazos a los esclavos “flojos” o corría el riesgo de ser él castigado. “Lo debía de hacer como una forma de sobrevivencia, si quería seguir albergando la idea de algún día ser libre de nuevo y ver a mi familia”, refiere en un pasaje. Sin embargo, se enorgullece al afirmar que con el tiempo llegó a manejar tan bien el látigo, que podía fingir que les propinaba fuertes azotes, sin que en realidad el látigo los tocara, eso sí, acordando que cada que lo hiciera, pues Epps siempre vigilaba desde lejos, ellos, los esclavos, debían de gritar y quejarse, como si en verdad fueran azotados.
Una de las reflexiones más crudas de lo que significaba la esclavitud, la proporciona el siguiente pasaje, en el que Northup señala que “La existencia de la esclavitud en su forma más cruel provoca un embrutecimiento de los sentimientos más humanos y delicados de su naturaleza. Presenciar a diario el sufrimiento humano, oír los alaridos agónicos de los esclavos, ver cómo reciben latigazos sin piedad o los muerden y los desgarran los perros, observar cómo mueren sin recibir la más mínima atención, o cómo los entierran sin mortaja ni ataúd, hace que se degrade más su poco aprecio y respeto por la vida humana”. Más adelante agrega que “Ser cruel no es culpa del esclavista, sino del sistema en el que vive. No puede evitar la influencia de las costumbres y los hábitos que lo rodean. Al aprender desde niño que el látigo está hecho para la espalda del esclavo, resulta muy difícil que cambie de opinión al hacerse mayor”.
Northup fue liberado en enero de 1853, doce años después de que fuera secuestrado. Sus raptores jamás recibieron el justo castigo que merecían y en un dudoso “juicio” a lo más que se llegó fue a aplicarles una fianza y dejarlos libres, como sucedió con Burch.
A raíz de su cruda experiencia, se convirtió Northup en empeñoso activista en contra de la esclavitud. Por desgracia, luego de un tiempo, en 1863, despareció y no se supo nada de él. Quizá haya sido asesinado por los muchos enemigos pro esclavistas que su activismo le atrajo.
Pero aquí no queda todo esto del esclavismo, como una simple anécdota histórica, como veremos. 
Y es que dicho esclavismo estaba tan enraizado que, a pesar de la guerra de secesión, ganada finalmente por el norte abolicionista, en los estados sureños, justo como Luisiana, aunque se “suprimió” la esclavitud, las practicas racistas continuaron por muchos años. La obligada servidumbre de los afroestadounidenses continuó, con la única diferencia de que ya no eran “esclavos”, aunque, en los hechos, era un velado sometimiento. La servidumbre y los tratos discriminatorios continuaron. Los sirvientes “negros” eran golpeados y hasta colgados por robar una gallina, por ejemplo. En los años 1910’s era una especie de fiesta colgar a un afroestadounidense, al que asistían todas las familias distinguidas del lugar. Y los “negros” que quisieran darse aires de blancos, o sea, triunfar económicamente como ellos, eran discriminados de todas las formas posibles, con tal de que se olvidaran de eso y que aceptaran su lugar como raza “inferior” (una cinta que les recomiendo ver, Red Tails, con Cuba Gooding, entre otros actores, narra la historia verdadera de un regimiento de soldados negros de la fuerza aérea, quienes durante la segunda guerra mundial no recibían aviones nuevos, pues se les consideraba, sobre todo por los altos mandos, inferiores a los soldados blancos en cuanto a habilidades militares. Sin embargo, ante la insistencia de un alto mando afroestadounidense, se les dotó con aviones nuevos y los resultados fueron mucho mejores a los esperados, superando, incluso, a sus compañeros blancos. Quizá eso explique por que, en su afán por cumplir muy bien con su mandato, Barack Obama haya ya superado a su antecesor, George Bush, en cuanto a deportaciones de ilegales – recibiendo el mote de Deportador en Jefe – y asesinatos de civiles inocentes en Pakistán y Yemen con drones. Es decir, un negro debe de ser mejor, incluso, que un blanco en el cumplimiento de su deber).
Y se establecieron leyes segregacionistas que esos “negros” debían de respetar, so pena de ser linchados si no lo hacían (la novela Ragtime, también llevada a la pantalla, narra, justo, cómo los racistas se oponían a que los “negros” tuvieran dinero y fueran exitosos).
Además, surgieron grupos extremistas como el Ku Kux Klan, encapuchados blancos, quienes se distinguían por sus frecuentes ataques contra ciudadanos negros respetables y sus familias, a quienes asesinaban dentro de sus casas y luego las quemaban, sin miramientos Y siguen haciéndolo. Apenas en octubre del 2012, esos peligrosos enajenados atacaron a una mujer afroestadounidense y le prendieron fuego.
No fue sino hasta los movimientos emancipadores iniciados por Malcom X o el de Martin Luther King, que la condición de los afroestadounidenses mejoró en algo (la cinta “The Help”, ambientada en los 1960’s, en el estado de Mississippi, muestra cómo en esos años, aún se trataba a los afroestadounidenses, sobre todo mujeres, como simples sirvientes, que no daban para más y que estaban obligadas a emplear el baño para “negros”, pues padecían enfermedades distintas a las de los blancos y eran despedidas si usaban el baño para blancos).
Ahora, Estados Unidos, hasta eligió a su primer presidente negro, Barack Obama, quien, por desgracia, parece comportarse igual o peor a sus antecesores anglosajones. Hubo quienes, en principio, lo compararon con Martin Luther King. Pero Obama, como se dice, ni a los talones le llega.
Y es que a pesar de los avances antirracistas y antidiscriminatorios logrados, aún persiste la idea de que lo blanco es lo supremo en muchos estadounidenses. Los llamados “supremacistas blancos”, son enajenados estadounidenses que insisten en que ellos, los blancos, son los superiores, y se sienten con derecho a andar armados, emplear uniformes y estar listos para “defender al país”, en caso de que los “ilegal aliens” lo invadan. El rito “iniciático” de muchos es asesinar a un “negro”, con tal de librar a EU de esas “escorias”, como se refieren a los afroestadounidenses.
Es, también, lo que hacen los llamados “Minute Man Project”, quienes en estados como Arizona, organizan “cacerías” de ilegales en la frontera con México, a bordo de sus camionetas, dirigiendo sus luces al lado mexicano, con tal de encontrar y arrestar a los greasers.
Y no es sólo contra afroestadounidenses que existe ese sentimiento, sino que se estigmatizan otras razas. Así, negros, latinos, árabes… son los primeros culpables en muchas circunstancias. Que si un mexicano está en la cárcel, pues “sí, porque es mexicano y es ratero”. Que si hubo un atentado terrorista, “sí, fue un árabe, pues todos los árabes son seguidores de Al-Qaeda”. Que si la mayoría de los prisioneros en las cárceles son negros, “sí, porque son negros, rateros y asesinos”… y así, el perfil racial (racial profile) sigue imperando. De hecho, aunque los afroestadounidenses constituyen entre el 12 y 13% de los habitantes de EU, unos 38 millones, son el 40% de los 2.1 millones de prisioneros que hay en las cárceles estadounidenses, o sea, unos ochocientos mil. Pero de acuerdo con la Asociación para el Avance de la Gente de Color, la cifra llega a un millón.
No sólo eso, sino que existen evidencias estadísticas de que tiene más probabilidad un afroestadounidense de ser encarcelado, que un blanco. Así, un afroestadounidense nacido en 1991, tiene un 29% de probabilidad de ser encarcelado alguna vez. Casi uno de cada tres, entre los 20 y 29 años, estará bajo supervisión policial, en libertad condicional o prisión domiciliaria. Uno de cada nueve afroestadounidenses entre los 20 y 34 años, será encarcelado. Por último, los hombres afroestadounidenses entre los 30 y 34 años, son los que tienen la más alta probabilidad, más que cualquier otra raza o grupo étnico, de ser encarcelados. De hecho, recientes estudios muestra que hay más afroestadounidenses en prisión que en escuelas. Muy triste.
Y es que ejemplos sobre que la raza sigue siendo un motivo para declarar a alguien sospechoso o atacarlo, sobran. Hace unos años, por ejemplo, una mujer divorciada, con dos hijos pequeños, debido a que su novio no los quería, decidió asesinarlos, drogándolos y metiéndolos en su auto, al que luego hundió en un lago. Acudió a la policía con el cuento de que un “negro” la había detenido en un semáforo y le había robado el auto con todo y sus hijos. La “descripción” que hizo del “ladrón negro” pudo haberse referido a cualquier hombre afroestadounidense, vestido con jeans, playera, gorra… y, de hecho, se detuvo a varios “sospechosos”. La mujer fue sometida a contrainterrogatorios que la hicieron caer en contradicciones, hasta que, al final, confesó su aborrecible crimen.
El 26 de febrero del 2012, en Sanford, Florida, el adolescente afroestadounidense Trayvon Martin, de 17 años, fue asesinado por George Zimmerman, de origen hispano, quien trabajaba como policía comunitario allí. Actuando prepotentemente, Zimmerman, sólo porque Martin era negro, le ordenó detenerse y como aquél no obedeciera, pues nada había hecho y sólo había ido a la tienda a comprar cosas, le disparó, simplemente por considerarlo "sospechoso". Aún así, el paranoico “policía comunitario” fue declarado "inocente"
A partir de hechos así, los padres de chicos afroestadounidenses no saben cómo vestir a sus hijos, con tal de que no parezcan "sospechosos". Muy lamentable que en pleno siglo 21 eso suceda. De hecho, no sólo en Estados Unidos hay racismo contra la raza negra, pues en julio de 2013 fue muy divulgado el vulgar comentario hecho por un "senador" italiano, Roberto Calderoli, contra Cecile Kyenge, ministra italiana de raza negra, a la que comparó con un mono (http://www.elpatagonico.cl/?p=60380).
En otro incidente de crimen por simple prejuicio racial, el 15 de julio del 2013, en Michigan, una joven mujer afroestadounidense de 19 años de edad fue asesinada al pedir ayuda en una casa cercana, pues su carro se había descompuesto. El psicópata blanco que le abrió le disparó, sin motivo, en la cara, pues "pensó" que se trataba de una "ladrona" (http://www.argenpress.info/2013/11/otro-crimen-de-odio-racista-en-estados.html).
Incluso, a nivel internacional, ha sido evidente la actuación racista de EU. Cuando falleció Nelson Mandela, quien abogó por la abolición del segregacionista régimen del Apartheid en Sudáfrica, Barack Obama, hipócritamente, elogió al fallecido líder. Sin embargo, no dijo que, por muchos años, Estados Unidos declaró terrorista a Mandela.
Es como en México, que hay un racismo inconsciente, heredado de la funesta herencia colonial, producto de la dominación española, cuando se afirmaba que sólo lo blanco era lo mejor y los “indios” o negros, no tenían cabida en ese aborrecible sistema tan discriminante
Las personas valoran más a los “güeros” que a los morenos o los negros, como demuestran encuestas recientes, en las que se halló que la mayoría de los tintes para el cabello que se aplican mujeres y, en menor medida, hombres, son de tono rubio, pues es una aspiración convertirse en una especie de Barbie humana, ser muy blanca y tener ojos azules
Y es peor para los descendientes de raza negra, a quienes se les ve menos que a los indígenas, pues, incluso, se les considera inmigrantes y son constantemente acosados y vejados por la policía (http://www.jornada.unam.mx/2014/05/05/politica/003n2pol).
Pero también, por desgracia, existe una especie de inter-racismo. Es el caso de cuando alguien, en México, de rasgos indígenas, le dice, de “broma”, a un amigo “pinche indio”.
También es el caso de población afroestadounidense misma, cuyos jóvenes despectivamente se refieren unos a otros como niggers, dando a entender con esa palabra que ésos, los niggers, son inferiores a ellos. Últimamente ha cundido mucho la violencia, instigada, incluso, por las llamadas “redes sociales”. En ciudades como Chicago, con una gran población afroestadounidense, son frecuentes los tiroteos entre pandillas de adolescentes negros, ocasionando varios decesos. Tan sólo con que se inicie un insulto por la mañana en el Facebook de un joven de una pandilla, contra otro chico de otra, es suficiente para que, por la noche, haya una balacera y quede alguno o varios muertos (ver mi artículo: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/01/armas-y-violencia-on-line.html).
Quizá sea que el esclavismo, como indico antes, haya dejado tan honda huella, que muchos afroestadounidenses, inconscientemente, se sigan considerando inferiores y que, por tal inferioridad, hasta ellos mismos se ataquen y, además, no busquen salir de esa especie de anonimato social al que se les ha orillado históricamente.
Precisamente eso, el afirmar su inconsciente predisposición a ser explotados, era lo que logró, en los años 1970’s, que se prestaran, sin condicionamientos, artistas afroestadounidenses a filmar las cintas del llamado género blacksploitation, en donde era evidente que los argumentos abusaban de su condición de inconsciente inferioridad, pues en la mayoría del género, el blanco era el mejor (ver, por ejemplo, la cinta de James Bond “Vive y deja morir”, un buen ejemplo de cine de ese género, en la cual el negro, Kananga, es el malo y, el bueno, el agente rubio James Bond).   
Justo es un planteamiento que hace el cineasta Lars Von Tiers en su cinta Manderlay, ubicada en los años 20’s, en la que el personaje principal, Grace, una mujer blanca, hija de un gánster, que desea hacer cosas distintas a las que hace su padre, no ser malvada, cómo él, llega a una plantación de una mujer blanca, en la que habitan varios sirvientes negros, aún como esclavos. Al morir la vieja propietaria, Grace los libera. Así, libres, los afroestadounidenses se dedican a hacer las cosas que antes tenían prohibidas, como cortar todos los árboles que existían en una parte de la propiedad, dejar de sembrar, comportarse como les diera en gana y así. Al final, comienzan a tener muchos problemas, pues al haber cortado los árboles, se dan cuenta que era una barrera natural para que el fuerte viento no acabara con las cosechas. Al no sembrar, se quedaron sin alimentos. Y al comportarse como les diera la gana, se comienzan a atacar entre ellos. Fue tan caótico el cambio de ser de repente “libres”, que culpan a Grace por haberlo hecho y que por eso, por liberarlos de su ama y de leyes, estaban peor que antes.
Quizá el mensaje de la cinta sea que cuando una raza ha vivido oprimida durante siglos, es difícil entender y vivir la libertad.

domingo, 4 de mayo de 2014

Decadencia y desindustrialización de Estados Unidos, centro del capitalismo salvaje mundial



Decadencia y desindustrialización de Estados Unidos,
centro del capitalismo salvaje mundial

por Adán Salgado Andrade

En distintas épocas históricas, la humanidad ha atestiguado el ascenso y caída de imperios. Uno de ellos, el romano, que por varios siglos se mostró como la potencia económica y bélica de entonces, sucumbió debido a sus excesos, en todos los sentidos, sobre todo su deseo de crecer y crecer territorialmente, hasta que llegó el momento en que esa grandeza fue, justo, su decadencia. Pensar en que todo podía conseguirse por su sólo poder bélico, fue uno de sus errores, pues su actitud guerrera llevó a la Roma Imperial a descuidar el resto de sus actividades y sociedad. Ni el libertinaje promovido entre sus habitantes, evitó la descomposición y desmoronamiento del imperio romano (el breve reinado del emperador Calígula, muestra la frivolidad y perversión a las que hasta sus mismos gobernantes habían llegado). Y, como golpe adicional, la llegada del Cristianismo, fue el tiro de gracia que acabó, definitivamente con la pasada grandeza de dicho imperio. 
Eso mismo sucede en la actualidad con Estados Unidos (EU), nación que se considera invencible en muchos aspectos, sobre todo militarmente y que ingenuamente imagina que el American Dream de los viejos tiempos, entre mediados de los cuarentas y finales de los sesentas, cuando la mayoría de los estadounidenses gozaban de un, más que aceptable, nivel de vida, aún es factible. Nada más alejado de la realidad.
En recientes visitas que he realizado a EU, he constatado varios signos que permiten afirmar la decadencia de EU, sobre todo cuando se ven cada vez más indigentes en las calles, desempleados, plazas comerciales semivacías, agencias automotrices con cientos de autos esperando ser adquiridos, miles de casas desocupadas por embargos bancarios, sin nadie que esté ansioso por comprarlas, calles con baches, basura y en mal estado, fugas de agua que no se reparan pronto… y así, teniendo, de repente, la sensación de que no está uno en un país avanzado y “rico”, sino en una nación subdesarrollada (ver mi artículo:
Y en mis puntos de vista, cada vez existe mayor acuerdo, como el del profesor Vaclav Smil, erudito estudioso de la ciencia y la sociedad, de quien ya me he referido en otra ocasión a su crítico análisis de la ciencia moderna, en la cual, afirma, no basta con innovar o adelantarse científicamente, sino que ello debe de ir acompañado de un cambio en el sistema económico, que dé como resultado una modificación en los patrones de consumo y una redistribución de la riqueza social (ver mi trabajo:
El profesor Smil también demuestra, de forma ampliamente veraz y documentada, que Estados Unidos es un país decadente y que además tiende a desindustrializarse aceleradamente, lo cual, a su parecer (con lo cual concuerdo), le deja muy poco tiempo y margen para corregir el rumbo o, de plano, convertirse en una mediocre nación que, incluso, ponga en peligro su existencia como tal.
En su más reciente obra, “The rise and Retreat of American Manufacturing” (El ascenso y caída de la manufactura estadounidense, MIT Press, 2013), el profesor Smil analiza con todo detalle los factores históricos debido a los cuales Estados Unidos se convirtió en una potencia industrial desde mediados del siglo 19, y mantuvo ese papel hasta finales de los años 1960’s, a partir de los cuales, sobre todo desde 1971, ha iniciado su declive industrial y su decadencia económica, situación que se acelerado a partir del año 2000.
Hay que decir, de entrada, que tanto la decadencia económica, así como la desindustrialización estadounidense, son la clara consecuencia de la tendencia del capitalismo salvaje, de actuar siempre de acuerdo a los intereses que le permitan seguirse renovando, aunque cada día su existencia sea más y más caótica y crónicamente autodestructiva.
La razón de ser del capitalismo es la de generar y amasar ganancia, tanta como se pueda. Sin embargo, como Marx demostró, la tasa de ganancia media tiende a disminuir con el tiempo, principalmente porque en la composición del capital, se incrementa desproporcionadamente el capital constante (instrumentos de trabajo y materias primas), en relación al capital variable (fuerza de trabajo). El capital variable es la única parte de esa relación que genera más valor en proporción a su precio, o sea, es el trabajo no pagado que el salario no cubre, lo que genera más valor, la llamada plusvalía. Así, con procesos de trabajo cada vez más mecanizados y automatizados, se va prescindiendo de la fuerza de trabajo, la única generadora de plusvalía, por lo que, inevitablemente, va descendiendo la ganancia esperada.
Por tales motivos, muy sucintamente expuestos, es que las grandes corporaciones, las de los países más adelantados tecnológicamente, en especial, buscan todos los medios posibles para revertir esa tendencia, la cual, no es de que se pueda evitar, sino que por la forma inherente de funcionamiento de tal sistema, es, justamente, inevitable. Es una cuestión de sobrevivencia, pues las empresas de cada ramo o sector industrial, compiten mediante el precio, sobreviviendo las que puedan ofrecer el artículo más atractivo de cierta categoría (funcionalidad, apariencia, utilidad, innovador), pero que al mismo tiempo su precio sea atractivo, o sea, que pueda ser adquirido mayoritariamente por el sector social al que se dirige. Y entre más bajo sea tal precio, más posibilidades de éxito y, sobre todo, de sobrevivencia tendrá tal empresa. Claro que la tendencia actual es no sólo la de vender un producto, sino la de diversificar la oferta de artículos que produzca una corporación, pues la monoproducción está destinada a la pronta eliminación (por ejemplo, General Electric comenzó vendiendo focos y ahora éstos, sólo montan el 1% de sus ventas. Casi 50% de sus ingresos, se deben a su división financiera, GE Capital).
Pero a pesar de la innovación y la diversificación, no es suficiente para que una empresa de un país adelantado, justo como Estados Unidos, revierta la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, así que la alternativa ha sido la de ir desmantelando la infraestructura productiva en el país de origen y llevarse una buena parte de los empleos a países con mediana infraestructura para que una parte de los procesos de fabricación o, incluso, la totalidad, se realicen en tales países (México o China, por ejemplo). No sólo eso, sino que con tal de bajar aún más los precios se han llevado también, incluso, los procesos de investigación y desarrollo, con tal de abaratarlos, para, así, bajar aún más los costos (es lo que se llama outsourcing de R&D. Ver mi artículo:
La tendencia descrita es la que ha impuesto el capitalismo salvaje en EU (y en muchos de los países más desarrollados tecnológicamente), y a pesar de que éste país es defensor a ultranza de dicho sistema, ha ido decayendo, justo como consecuencia de tales circunstancias. Y es algo que, en general, sucede con todas las corporaciones de los países más adelantados, que tienden a ser apátridas, o sea, buscan sus personales intereses, antes que los del país de origen. Es lo que señala Smil, citando a P. Nolan, que “los activos foráneos de las cien multinacionales más grandes del mundo, representan el 60% de sus activos totales, y también poseen proporciones similares en cuanto a sus empleados y ventas. No es de sorprender que la relación entre tales compañías y sus países de origen se ha ido debilitando constantemente, en la medida en que su identidad y sus intereses se han ido progresivamente desligando de aquéllos de los países en donde se fundaron, por lo que tienen un incentivo cada vez menor para trabajar con los gobiernos nacionales, los que tratan de promover políticas industriales específicas”.
Justamente la mayoría de las grandes corporaciones estadounidenses, simplemente han buscado  su beneficio específico, sin importar que el país ha ido perdiendo, increíblemente, su lugar como potencia industrial mundial, quedando en el nivel de casi un importador neto, en el cual, empresas como Walmart, que no crea nada, sólo vende, es el mayor empleador de dicho país, vendiendo mayoritariamente mercancías chinas baratas.
Y eso ha sido consecuencia de la tendencia descrita, combinada con un absurdo beneplácito de gobierno y economistas miopes que han dicho que tal tendencia, la desindustrialización, es “sana”, pues es, dicen, una especie de obligada evolución, debido a la cual EU puede depender de la fabricación extranjera de casi todo cuanto requiera. Además, dicen esos economistas, así EU se deshace de actividades industriales que no son “vitales”, pero, sí, muy contaminantes y de ese modo contribuye a bajar la producción de gases efecto invernadero, ahorrando también consumo energético. Sin embargo este último argumento, señala Smil, se ha dado ya frente al hecho de la preocupante desindustrialización. 
Sin embargo, el argumento de “fuerza”, que justifica que EU deje de producir muchas cosas, como electrodomésticos, por ejemplo, es que sólo está conservando las actividades industriales avanzadas, de punta, en el supuesto teórico de que esa “superioridad tecnológica” compensará con creces todo lo que se ha renunciado a fabricar allí, en EU, y la balanza comercial, al final, se inclinará en favor de EU. Es lo que se denomina ATP (advanced technology products), productos de tecnología avanzada, debido a los cuales, EU considera que superará con creces su balanza comercial, pero en casi tres décadas, no ha sucedido eso y, al contrario, su déficit comercial tiende a elevarse.
Como el profesor Smil demuestra, eso no ha funcionado y las exportaciones de tecnología de punta, como superconductores o aviones de pasajeros de Boeing, aunque importantes, no compensan el brutal cúmulo de importaciones dadas año con año, que han ido incrementando el déficit comercial de dicho país en cientos de miles de millones de dólares (mdd) anualmente.
Señala que “Cuando el balance del comercio aeronáutico es visto en una perspectiva más amplia, el impacto del éxito de la tecnología de punta de EU se muestra descorazonadamente modesta. Entre el 2006 y el 2010, EU exportó anualmente alrededor de $35 mil mdd e importó más o menos $15 mil mdd de aviones, lo que le dio un superávit anual del orden de $25 mil mdd. Como comparación, eso es menos que la importación anual de pantallas de TV, unos $30 mil mdd en el 2009 o de carriolas de bebé, juguetes y artículos deportivos y también es más o menos lo mismo que se gasta para importar alimentos del mar y bebidas alcohólicas – más o menos 1.5% de las importaciones totales de EU en el 2009. ¿Puede haber un testimonio más desconsolador sobre la falacia de la ventaja que da la alta tecnología que el hecho de que el superávit de EU en comercio aeronáutico no podría comprar ni siquiera las importaciones anuales de pantallas de TV?”.
Por otro lado, tampoco la tan alardeada creación de empleos por las ATP, que, supuestamente, repondrían los empleos perdidos durante décadas e, incluso, superarían tales pérdidas, tampoco se ha cumplido. Al contrario, son cada vez menos los empleos que dichas, industrias, llamadas de punta, están creando, pues la tendencia capitalista, es la de producir más con menos obreros (eso también ocasiona que la tasa de ganancia disminuya, pues, como comento antes, el capital variable va disminuyendo y es el único que produce plusvalía). Señala el profesor Smil que “la manufactura estadounidense que comenzó el siglo 21 con 17.2 millones de obreros, ha sufrido un severo desplome de 17% en tan sólo cinco años. Otro deprimente declive se alcanzó en el 2003: 22 años después de que los empleados del gobierno eran los más abundantes, el sector de servicios, ventas, sobre todo, se colocó en segundo sitio, sobrepasando a los obreros activos en más de 600 mil personas. Para el 2005, esa diferencia había crecido a 1.2 millones de personas y para el 2009, a pesar de que declinó el gasto en consumo, debido a una de las recesiones más graves desde la Segunda Guerra Mundial, la del 2008, la diferencia entre empleados en servicios y obreros fue de casi tres millones, una muy deprimente realidad de una decadente economía en donde la mayoría de las nuevas oportunidades de trabajo han sido empleos de medio tiempo con bajos sueldos, ocupados en vender ropa y electrodomésticos chinos comprados a crédito. La pérdida de empleos en la manufactura continuó cuando otros 2.7 millones de obreros fueron despedidos entre el 2005 y el 2010, un corte de 10% en cinco años, que dejó un total de empleos perdidos para toda la década de 5.7 millones, casi exactamente un tercio de la fuerza de trabajo obrera que existía en el 2000”.
En efecto si se revisan las cifras disponibles, la creación de empleos por parte de las ATP ha sido mínima. De las 10 empresas que más empleados tienen en EU, sólo tres, General Electric (GE), Hewlett-Packard (HP) e IBM, figuran entre ellas. GE, en el décimo sitio, con 305,000 empleados, HP, en el noveno, con 331,800 e IBM, en el cuarto lugar, con poco más de 434,246 trabajadores. Compárense esas cifras con las que emplean empresas de ventas, como Walmart (1º sitio), Target (6º sitio), Home Depot (8º sitio), Kroger (7º sitio) o las de comida rápida, como Yum! Brands (dueña de KFC, Taco Bell y Pizza Hut, 2º sitio) , Mc Donald’s (3º sitio) o la empresa de paquetería UPS (6º sitio). Walmart, la ganadora, emplea poco más de 1.3 millones de personas, Yum! Brands, 523,000, Mc Donald´s, 440,000 empleos, empresa de la que, por cierto, se dice que es la que ofrece los trabajos más mal pagados y explotados y que exigen pocas habilidades. Por ello, los empleos similares han dado en llamarse Mc Jobs. De las empresas restantes, Target emplea a 361,000 personas, Kroger, 343,000, Home Depot, 340,000 y UPS emplea a 399,000 personas
En total, esas diez empresas dan trabajo a poco más de 4 millones, 777 mil personas, de las cuales, las tres empresas ATP, de punta, incluidas en la lista, sólo emplean al 9.82%, o sea, que, generalizando, apenas 1 de cada 10 empleos son ofrecidos por las ATP (en un artículo anterior, analizo, justo, esa tendencia:
Mientras tanto, Walmart, por sí sola, emplea a poco más de 27.2% de personas ocupadas, o sea, casi tres de cada diez y, como señala el profesor Smil, vendiendo baratijas chinas. Eso lo he podido constatar, como ya he señalado, en visitas recientes a EU, en donde, en efecto, la mayoría de los productos manufacturados, no sólo electrónicos o electrodomésticos, sino también ropa, tenis, zapatos, herramientas… son chinos. Incluso, al adquirir suvenires como gorras o llaveros de Arizona, por ejemplo, lucen, irónicamente,  la etiqueta con la leyenda “Made in China”. Igual sucede con los suvenires vendidos en Disneylandia o cualquier otro parque temático.  Y tampoco a Walmart le importa que la mayoría de lo que vende se fabrica en China, si con eso aumenta sus ganancias, aunque EU se esté quedando sin empleos y en plena decadencia. Y esa precarización de los empleos, exigiendo personas cada vez menos preparadas, ha redundado en que para muchas empresas manufactureras, cada vez es más difícil hacerse de trabajadores realmente hábiles, a tal nivel, que el profesor Smil cita la siguiente declaración, hecha por el jefe de la planta Camiones Daimler de Norte América, quien “sentía que los trabajadores de la planta de dicha empresa en México estaban mejor capacitados que los de EU, a los que, incluso, a muchos se les debía de enseñar matemáticas y habilidades de escritura”. Increíble que algunos trabajadores de EU hayan llegado a esos niveles de descalificación.
También, esto, trabajadores mediocres, es consecuencia de que la decadencia de EU se refleja hasta en sus niveles educativos, pues ocupa de los últimos lugares en educación con respecto a los países más avanzados. Como señala el profesor Smil, EU ha masificado el nivel educativo de secundaria y medio (High School), al haberla hecho obligatoria, pero, por lo mismo, la calidad se ha ido deteriorando, sobre todo porque no se ofrece en ese nivel una educación tecnológica, con tal de que los estudiantes aprendan una habilidad que les permita integrarse a una fábrica, por ejemplo. Eso, comenta, se aplica en Alemania, en donde desde el noveno grado de la High School, se les enseña a los estudiantes una habilidad técnica, que les permite entrar a trabajar a la industria, incluso, sin que terminen la totalidad del nivel medio superior o sin que vayan a una universidad. (eso es lo que se ha hecho en México, con la llamada “educación técnica” a nivel medio, que es la que forma obreros semicalificados. Claro, como se nos ve sólo como eso, como un país maquilador, pues se ha seguido tal tendencia). Esa falta de formación técnica, agrega Smil, también es la base del problema del desempleo en EU hasta en personas que tienen una costosa carrera universitaria (doscientos mil dólares en promedio es su costo), pues ya no encuentran trabajo, a pesar de tanto dinero que se gastó, la mayoría a crédito. Por eso hace dos años, los egresados universitarios iniciaron una protesta, Ocupa Wall Street, por la falta de oportunidades. Eso significa que el esquema educativo estadounidense, nunca contempló que se pudieran formar trabajadores aún antes de que estudiaran una universidad y por eso existe la disparidad educacional y el abierto desempleo entre los universitarios.        
Pues vaya si es grave lo que sucede en EU, sintomático de que eventos peores están por venir.
El profesor Smil realiza todo un muy interesante análisis de cómo ha sido la génesis de EU al actual estado en que se encuentra.
Uno de los problemas es que la forma en que se clasifica la producción de manufacturas en EU, sólo considera los productos finales, terminados, de tal modo que la producción neta sólo se contabiliza como todo lo que se requiere comprar, tanto materias primas, como productos intermedios, sean nacionales e importados. Pero todas las actividades extras que se requieren para producir, no se consideran. Como señala Smil “Estamos anclados en un término anacrónico, que no sólo es insuficiente para abarcar el hecho de que la manufactura moderna se ha vuelto alta y mundialmente muy mecanizada, pero que tampoco da indicios de que computadoras y dispositivos controlados por éstas, ahora son usados en todo el proceso de la producción, desde el diseño de los prototipos, hasta la fabricación misma, la prueba de calidad y el empaquetado de los productos finales (por lo que) la manufactura no puede limitarse a conceptos arbitrarios e insuficientes, pues ya posee componentes tan importantes como la Investigación y Desarrollo (R&D), el procesamiento de componentes de alta calidad, ensamblado específico, publicidad nacional e internacional y servicios de ventas (actualmente hechos en línea), requisitos que los mayores productores actualmente los comisionan (outsourcing) o subcontratan a otros países”. Y esa es una de las razones por la cual, muchas empresas estadounidenses han ido llevando parte o la totalidad de su producción a otros países, claro, en defensa pura de sus intereses, no los de EU o de sus trabajadores, que con cada emigración de empresas a China, por ejemplo, van perdiendo irremediablemente empleos, los cuales jamás volverán a recuperarse. “No hay duda alguna de que muchas compañías estadounidenses se han convertido en activos participantes de la desindustrialización de EU, al haberse inclinado a favor de invertir y fabricar en China, con tal de maximizar sus ganancias. Esta tendencia a obtener la máxima ganancia, (propia del capitalismo, agregaría yo) es muy clara si tomamos el caso del iPhone de Apple, el cual sólo es ensamblado en China (eso equivale a casi el 4% del costo, pero el 96% del restante es por las partes que se hacen en otros países, entre ellos, Japón, Alemania y en los propios EU). El ensamblado está a cargo de Foxconn, una empresa taiwanesa establecida en Shenzhen, en la provincia china de Guangdong, la que cobra sólo $6.50 dólares por celular. El costo total es de $178.96 dólares, que Apple vende en EU por $500 dólares, por lo que su utilidad es de 64%”.
Más claramente no puede señalarlo el profesor Smil, que, en efecto, la decadencia de EU se debe a que “sus” empresas, sobre todo las mayores, sólo han buscado su interés, la maximización de la ganancia, no sólo fabricando en el exterior, sino también buscando por todos los medios evadir impuestos o pagar menos de los requeridos. La base impositiva es cada vez menor, lo que ha ocasionado una brutal concentración de la riqueza entre barones del dinero y corporaciones. Robert Reich, ex secretario del trabajo, señala que “hoy día los 400 estadounidenses más ricos tienen más riqueza que los 150 millones de estadounidenses más pobres, el 1 por ciento más rico es dueño de más del 35% de los bienes privados del país y captó 95% de las ganancias económicas desde el inicio de la recuperación en 2009” (http://www.jornada.unam.mx/2014/04/07/opinion/028o1mun).
Todo lo narrado, no son más que los efectos de dejar que el capitalismo salvaje actúe a sus anchas.
Por otro lado, explica Smil que gran parte de la desindustrialización de EU es que, muchas empresas, inclinadas a satisfacer la demanda que un país tan consumista como lo es EU, miraron como algo natural producir en otros países, con tal de satisfacer esa demanda e incrementar, de paso, sus utilidades.
Señala que “los orígenes del compulsivo consumismo son simples: la mayoría de las personas prefiere amasar posesiones y sólo la falta de medios para adquirirlas o la incapacidad de los productores para suplirlas, limita esa circunstancia. Durante el cuarto de siglo de la expansión económica de la posguerra, los estadounidenses fácilmente podían adquirir muchos bienes (los salarios de las familias de clase media, medidos en dólares constantes, casi se habían duplicado), así que los productores estadounidenses estaban ansiosos de proporcionar no sólo lo que ya existía y era demandado, sino también de crear nuevos productos que también fueran adquiridos por lo que, incluso, invertían bastante en publicidad para lograrlo”.
Y así fue. Se refiere el profesor al periodo de gran auge que tuvo EU al salir victorioso de la segunda guerra y que dicho país “ayudó” a los destruidos países a reconstruir sus economías y sus industrias. Fue una gran época de prosperidad para EU, de donde surgieron las frases “The American Way of Life”  y “The American Dream”, gracias a la cual, EU tuvo incrementos de su PIB muy considerables, en algunos casos, de hasta el 50% de crecimiento anual, con respecto a años anteriores. Incluso, llegó a representar tal PIB más de un tercio de la economía mundial. Por lo mismo, en efecto, el nivel de vida del estadounidense medio fue envidiable. Ese pasajero espejismo se empleó como contrafuerte ideológico para tratar de opacar la influencia de la Unión Soviética y el llamado “socialismo” (más bien, economía de planificación central) que este país practicaba y trataba de expandir por todo el mundo, enfrentamiento que devino, finalmente, en una absurda “carrera armamentista” (guerra fría) basada en una ridícula superioridad “atómica”, cuya principal finalidad, desde entonces, ha sido la disuasión nuclear (ver mi artículo al respecto:
Y ese progreso material, señala el profesor Smil, se dio en tres aspectos principales, que han sido la quintaescencia del sistema de consumo estadounidense “primero, la amplia gama de máquinas, dispositivos y artículos eléctricos y electrónicos que llenaron las casas de los estadounidenses durante ese cuarto de siglo de expansión económica. Enseguida, la propiedad y empleo de vehículos. Finalmente, la acelerada expansión de una nueva forma de viajar rápido, pero muy accesible, al incorporar turbinas en aviones que, de esa forma, tuvieron gran capacidad y velocidad, como nunca antes había sido”.
Señala que el estadounidense, a partir de entonces, fue muy dado en viajar en avión, no sólo dentro de su país, sino fuera. Muy común era, en esos tiempos, ver a turistas estadounidenses visitar todo tipo de países y sitios y gastar generosamente sus dólares. Eso, también, ha ido disminuyendo con el tiempo, ya que actualmente, sólo 12% de los estadounidenses viajan fuera de su país.
Ese auge en los viajes por avión fue consecuencia de la excesiva capacidad instalada para fabricar aviones que quedó luego del final de la segunda guerra. Muchas fueron las empresas que se pusieron a construir aviones, dada la fuerte demanda por aeronaves militares que demandaban las fuerzas aliadas. Compañías como General Motors, Chrysler, Hudson o Ford establecieron enormes hangares de fabricación de aviones, con tal de suplir la demanda. Henry Ford, incluso, alardeó que “la empresa va a construir 1000 aviones diarios”, pero cuando estuvo en funciones, no llegó ni a 18 por día, y con muchos defectos casi todos, tanto que era común que se dijera, medio en broma, medio en serio, la frase “¿Volará eso?”, de lo mal que estaban fabricados, pues, de hecho, muchos caían en el aire por fallas en los motores o que se fracturaban sus fuselajes. Algo similar sucedió con la construcción de embarcaciones, las cuales también eran tan demandadas por la guerra, que muchas, como las fabricadas masivamente por la empresa Liberty, tenían tantos defectos en el casco y la quilla, que hasta se partían en dos, en plena misión marina. Eso era porque eran empleados cuantos trabajadores estuvieran disponibles, tanto los muy hábiles, como los aprendices, los que hacían muy pobres trabajos de soldadura y remachado.
Como fuera, eso dejó mucha capacidad instalada, a pesar de la reconversión que, de nuevo, muchas empresas, finalizada la guerra, tuvieron que hacer para producir lo que originalmente fabricaban, autos, por ejemplo. Compañías como Boeing y McDonnell Douglas, se especializaron en fabricar aviones civiles, los cuales mejoraron muchísimo cuando se introdujo la propulsión a chorro (los jets). Aviones como el 747de Boeing y el Douglas DC-3, de McDonnell Douglas, han sido los símbolos del poderío industrial y tecnológico que alguna vez caracterizó la pasada (y perdida) época de auge de la industria estadounidense.
Por ello es que se comenzaron a hacer masivamente aviones y todo eso se acompañó de campañas mercadotécnicas y mediáticas que incitaban a las familias de la clase media estadounidense a viajar con toda comodidad, seguridad, rapidez y a precios accesibles en los aviones ofrecidos por las aerolíneas que se formaron o ya existían, como Panam, American Airlines, Transwold Airlines y otras (en la cinta “El Aviador”, de Martin Scorsese, sobre la vida de Howard Hughes, puede verse la evolución que tuvo la aviación gracias a las aportaciones de ese extravagante, millonario inventor).
El crecimiento de la industria aeronáutica actuó también como un multiplicador, pues se demandaron todas las actividades involucradas, como la producción de acero, caucho, cobre, productos eléctricos, electrónicos y muchas otras, las que influyeron, también, al auge económico de EU en dicha época.
En cuanto a los artículos domésticos, la expansión de su uso se debió a que con el tiempo, más y más estadounidenses poseyeron casa propia. A comienzos del siglo 20, sólo 47% de los estadounidenses eran propietarios de su casa, pero luego de la guerra, gracias a la prosperidad que se dio, en 1950, la propiedad de casas había ascendido a 55%, en 1960, ya era de 62%. Y para 1973, se mantuvo en 65%. No sólo creció la posesión de casas, sino que también su tamaño aumentó, pues para 1950, el área promedio era de casi 90 m², pero para 1973, el área había crecido hasta casi 140 m², un incremento de 52%, o sea, casi la mitad. Incluso, varias casas rebasaban los 1600 m². Por lo mismo, señala el profesor Smil, “esta combinación de una creciente propiedad de casas, creciente tamaño de ellas, así como una creciente distancia del trabajo, demandaron tanto viejos materiales de construcción (madera, cemento, ladrillos, tuberías), así como nuevos (plásticos, cancelería de aluminio) y, por tanto, una masiva demanda de más artículos de plomería, muebles, tapetes. Igualmente, se demandaron una serie de artículos que eran, comparativamente hablando, o muy raros o nuevos, de acuerdo con lo existente antes de la guerra, pero que para los 1970’s eran ya estándar en los hogares promedio”. De esta forma, ya fue común en los 1970’s poseer calefacción central, refrigerador, aire acondicionado, televisión, lavadoras de ropa, de trastes, teléfono… y otras cosas que para los inicios de los 1950’s no todos los tenían.
La televisión, agrega, fue “el primer aparato doméstico caro, cuya propiedad sólo se hizo común hasta los 1950’s. La producción doméstica de televisores se incrementó espectacularmente, de menos de un millón de unidades en 1948 a casi 7.5 millones en 1950. En 1948, sólo 172,000 hogares tenían TV, pero para 1960, el total había sobrepasado los 45 millones y esos aparatos eran poseídos por el 90% de todos los hogares. Durante los 1960’s, la propiedad masiva de electrodomésticos se extendió a las lavatrastes (poseídos por más de un tercio de familias en 1970), congeladores (en casi el 40% de los hogares), secadoras de ropa (en 1950, era una rareza, pero en 1973, más de la mitad de los hogares las poseían), así como televisores de color. Las transmisiones en color comenzaron en 1954, pero los primeros televisores de color eran caros y la subida de ventas sólo se dio cuando comenzaron a lanzarse modelos más baratos después de 1965. En este año, 5% de los hogares tenían TV de color. En 1970, 40% ya lo poseían. Para 1970, la TV de color estaba en dos de cada tres hogares estadounidenses”.
De esa forma explica el profesor Smil la propensión al consumo de electrodomésticos y que, por desgracia, sigue en aumento, a pesar de las crisis. Los fabricantes estadounidenses, ante esa creciente demanda, buscaron aumentar la producción, pero sin que subieran demasiado los costos, con tal de mantenerse competitivos, y que también aumentaran considerablemente sus ganancias. La “solución” fue llevarse la fabricación a otros países con mano de obra y materias primas baratas, como China, esquema que, en efecto, logró ambos objetivos. Por lo mismo, se ha seguido esa tendencia, hasta los niveles actuales en que, como señala Smil, ya no se fabrica en EU una sola pantalla o un solo refrigerador. “Llegan cargueros con cientos de contenedores llenos de productos asiáticos, principalmente chinos, y de otros países, para ser descargados. Luego, regresan, totalmente vacíos a sus lugares de origen, lo que evidencia por qué el déficit comercial sube muchísimo año con año”, señala Smil.
Un tercer aspecto del consumismo estadounidense es la posesión de autos. De hecho, también la excesiva producción automotriz fue un remanente de la gran capacidad instalada que demandó la guerra. Y siguiendo el patrón demandado por la sociedad de consumo, que exigía bienes en masa, siempre disponibles, los fabricantes de autos satisficieron ese requisito, o sea, una gran oferta de autos sin que les importara si éstos eran realmente eficientes, seguros, funcionales…no. Como señala el profesor Smil “algunos diseños carecían totalmente de funcionalidad o sensatez: sólo debemos de pensar en los grandes adornos cromados y risibles aletas de los autos de los 1950’s”. (en el siguiente link se pude ver la publicidad que anunciaba el tipo de autos a los que se refiere el profesor:
Mientras en EU se ofrecían autos exageradamente grandes e ineficientes en su consumo de combustible (algunos de cuando mucho tres kilómetros por litro), en Europa abundaban los modelos compactos, muy eficientes en el consumo de combustible e, incluso, atractivos en su diseño (en este link, un ejemplo de auto europeo de entonces:
Los motores V-8 de los autos estadounidenses prevalecieron sin cambios, desde los 1950’s hasta los 1970’s, sobre todo porque en 1965, un barril de petróleo costaba lo mismo que en 1950, o sea, que en realidad costaba menos, en términos nominales. Así que los autos se diseñaban (y muchas otras cosas), en el entendido de que la energía barata estaría allí por siempre. Sólo que cuando se comenzó a encarecer el petróleo, tanto por el agotamiento de la producción estadounidense, así como por los problemas geopolíticos que empezaron a ocurrir, tales como el embargo de la OPEP a principios de los setentas, surge y aumenta gradualmente la preferencia de los estadounidenses por la importación de autos eficientes y confiables, tanto de Europa, como de Japón. Así, “en 1950, cerca del 95% de autos vendidos en EU eran hechos por compañías estadounidenses. Sesenta años después, el país que inventó la producción masiva de autos, compró muchos de sus autos de empresas extranjeras y lo peor sucedió en el 2007, cuando los tres restantes fabricantes de Detroit (alguna vez una emblemática, industriosa ciudad, que hoy se encuentra quebrada y sólo ocupada en un 70%) comenzaron a vender menos de la mitad de todos los vehículos de pasajeros y camiones ligeros comprados por estadounidenses”.
De las Big Three, sólo Ford ha logrado en algo mantenerse a flote. Pero General Motors, quebró en el 2009 y debió de ser “rescatada” por el gobierno. Chrysler se “fusionó” con Fiat y apenas si sobrevive. De todos modos, el problema es que, señala Smil, siguen cometiendo los mismos errores, fabricando autos grandes y poco eficientes. En su opinión, sus días están contados.
Por otro lado, el problema de la desindustrialización es que también se inhibe la innovación, señala el profesor Smil, pues es gracias a los departamentos de investigación de las empresas que se logran los avances. De hecho, el que EU estuviera a la cabeza industrial mundial por casi 120 años (desde 1880 hasta el 2000), fue gracias a que los avances tecnológicos debidos a sus industrias lo permitieron. Los departamentos de investigación de muchas compañías no cesaban de innovar y diversificar sus productos. A EU se deben inventos tan revolucionarios como la máquina de escribir, la fabricación masiva de papel, las computadoras… incluso, el sistema de armado en serie de los autos, propuesto por Henry Ford, fue, justo, una innovación tecnológica surgida desde una compañía.
También fue gracias a los avances en la utilización de nuevas energías que, por ejemplo, se comenzó a emplear la electricidad, a finales del siglo 19, como el nuevo energético, sustituyendo a productos como las máquinas de vapor, alimentadas con carbón o leña. Precisamente fue la diversificación e innovación energética la que impulsó aún más la industrialización de EU, primero, y luego del resto del planeta.
Señala Smil que “la producción de electricidad se elevó casi diez veces entre 1900 y 1920. Luego, se elevó al más del doble durante los 1920’s. Esto se reflejó en que cada vez más empresas confiaban en la electricidad ofrecida desde una línea exterior. En 1899, sólo 4% de las empresas compraban electricidad. Pero diez años después, el porcentaje era de 20%, llegando a 50% luego de la primera guerra mundial. Para 1929, ya era de 75%. Y mientras que en 1899 poco más de un quinto de los motores eléctricos producidos eran para fábricas, para 1910, el porcentaje era del 50%, en tanto que para los 1920’s, casi todos los motores eléctricos fabricados iban a parar a fábricas. Como resultado, durante los 30 años previos a la Gran Depresión (la de 1929), la electrificación dirigida a las industrias se elevó mas de cuatro veces, pasando de 7.3 GW a 32.2 GW, en tanto que la capacidad de los motores eléctricos creció más de 70 veces, pasando de sólo 350 MW a 25.2 GW”. Estos datos indican qué tan importante fue la electrificación, la que, con el tiempo, se convirtió en una infraestructura básica, sin la cual, no puede existir la industrialización.
Y también el efecto que una mayor disposición energética ocasionó fue que se posibilitó la concepción del moderno urbanismo, con alumbrado público, telefonía, servicios públicos, calles, avenidas, rascacielos, sobre todo de acero y concreto, y todo lo que ello requería (La adopción del automóvil como medio masivo de transporte, también contribuyó a esos drásticos cambios). Por ejemplo, al construirse rascacielos más y más altos, se necesitaron elevadores, como los que la empresa Otis Elevator Company (que aún domina el mercado de elevadores), fundada para tal fin, comenzó a ofrecer.
Eso impulsó, a su vez, la industria del hierro y acero, sin la cual, nada de eso habría sido posible. Y a pesar del estallido en la producción de diversos ingenios electrónicos, como las computadoras mismas, señala Smil, aún domina la era del acero, pues los autos, productos que involucran a un 75%, directa o indirectamente, de las industrias, siguen fabricándose mayoritariamente de acero, al igual que muchas otras cosas (es un error, afirma decir que estamos en la era del silicón). Perro hasta la producción de acero ha disminuido drásticamente EU, importando casi todo el que requiere.
Otro ejemplo que proporciona el profesor Smil es el de que en las épocas recientes se ha dado en algunos productos la desmaterialización, sobre todo en las computadoras. Esto significa que ahora son más poderosas tanto en cómputo, como en memoria que lo que hacían hace veinte años, digamos, pero con una masa mucho menor, ocupando menos material en todo lo que requieren. Esa desmaterialización, por desgracia, sólo ha sucedido en contados productos, pues la mayoría lo han hecho en mucho menor escala o nada. Y es algo que también critica Smil, pues señala que de nada sirve que ahora se hagan productos más eficientes, como autos que consumen menos combustible, si eso se eclipsa al haber millones de autos eficientes, con lo que esos supuestos ahorros energéticos, de nada sirven. Y si un país se desindustrializa, como EU, menos va a estar en posición de innovar con tecnologías que, realmente, sean eficientes en todo el sentido de la palabra. Por ejemplo, esos avances tecnológicos podrían proponer otra forma de transporte, verdaderamente eficaz, que prescindiera de los contaminantes autos, y que realmente ahorrara en energéticos y en materiales, aunque su fabricación fuera masiva.
Además, el efecto multiplicador de la industria en EU es tan importante, que cada dólar de productos manufacturados, contribuye a un dólar con cuarenta centavos de actividades extras. Como comparación, los servicios de transporte sólo generan un dólar, en tanto que ventas, servicios profesionales y de negocios (financieros), son los que menos aportan, pues sólo lo hacen con sesenta centavos de dólar, por cada dólar invertido en ellos. Justo el sector financiero (el capital parásito) es el que, últimamente, está teniendo un boom, no sólo en EU, sino en todo el mundo. Los “inversionistas” prefieren el parasitismo, con tal de lograr grandes y rápidas ganancias, a la inversión productiva. En eso, también, EU se ha ido transformando, pues es un país en donde importa más invertir en acciones de la bolsa, que en crear industrias.   
Lo más grave de la desindustrialización, señala el profesor Smil, es que está dejando sin empleos a millones de estadounidenses, incidiendo en un generalizado nivel de vida que se tiende a pauperizar. Actualmente, uno de cada dos estadounidenses se considera que es pobre, la clase media está reduciéndose, ciudades antes prósperas, se han ido vaciando de gente y tienen muy altos niveles de delincuencia y criminalidad, sobre todo de adolescentes y jóvenes, quienes se enfrentan armados y se matan a diario (ver mi artículo: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/01/armas-y-violencia-on-line.html).
Millones de pobres estadounidenses viven de los vales de comida gubernamentales, al no tener empleo, ni alguna forma de ganarse la vida (http://www.argenpress.info/2014/01/coman-papel-picado-dijo-el-congreso.html).
Ciudades antes tan industriosas, orgullo estadounidense, como Detroit, la meca de la industria automotriz, ahora está quebrada y sólo ocupada en un 70%, con calles obscuras y peligrosas por la noche, pues hasta el servicio eléctrico se ha restringido, con tal de “ahorrar”, mientras que manadas de perros semisalvajes las recorren, siendo un problema de salud pública y de seguridad (http://www.youtube.com/watch?v=iA5m2Lkcd1M).
Es tan brutal la concentración de la riqueza, que EU está volviendo a los niveles de extrema desigualdad que existían a finales del siglo 19, cuando menos del uno por ciento de la población poseía la mayor parte de la riqueza de ese país. Y sigue empeorando
Algo muy importante que señala el profesor Smil es que tampoco se trata de conservar industrias que produzcan “artículos de consumo materialista que son, claramente, frivolidades dispensables, una categoría que una crítica revisión podría asignar a muchos de los artículos hallados en los modernos hogares estadounidenses”. Tiene razón, pues, como lo menciona, se necesitan cosas tales como camas, platos, cubiertos, vasos, ropa, zapatos, jabón toallas, artículos esenciales. En climas fríos, “valoramos muros bien aislados, buenas puertas y ventanas, así como estufas y chimeneas confiables. También, en todos lados, se aprecia una buena cocina y luces para alumbrarnos en las noches. Para ir a trabajar, se requieren vehículos confiables como bicicletas, trenes, trenes subterráneos y así”. Yo agregaría también que los aparatos médicos son igualmente indispensables. Es decir, que hay cosas que realmente requerimos, son esenciales y sólo adecuadas industrias y una constante innovación pueden suplirlas.
Por desgracia, algo que agregaría (que no aborda, extrañamente, el profesor Smil), es que se desperdician enormes recursos en la producción más inútil y nefasta que podría existir y es en la fabricación de armas, las que, en EU, como es lógico, se siguen fabricando allí, siendo muy pocas las importaciones de armamento. De hecho, la industria armamentista, no sólo en EU, sino a nivel mundial, es tan importante, que hasta se realizan varias ferias, en donde los armeros exhiben, orgullosos, su material bélico. Es una industria que asciende a más de un billón (millón de millones) de dólares por año (ver mi artículo: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/12/ferias-de-armas-exhibicion-de-fuerza-de.html).
Y en EU está tan arraigada la cultura por las armas, que es un grave problema social la violencia que se genera a diario por el empleo de los millones de armas poseídos por los estadounidenses. Son ya cotidianas las notas sobre tiroteos en espacios públicos, como escuelas u oficinas (ver mi artículo: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/07/de-tiroteos-estrenos-hollywoodescos-y_26.html)
Un artículo reciente indica que a pesar de la crisis y del aumento de pobres en EU, la venta de armas sigue al alza, sobre todo en el estado de Florida, en donde, en el 2013, se rompió el record de ventas (http://www.argenpress.info/2013/11/florida-estados-unidos-podria-batir.html). 
En fin, que lo expuesto por el profesor Smil no sólo es importante para EU, sino que bien podría aplicarse en México, en donde las pocas industrias, digamos que nacionales, que hemos tenido a lo largo de los años, se han ido perdiendo por equivocadas, nefastas políticas aplicadas por las ineptas mafias que han tenido el poder durante décadas y que, dichas “estrategias”, se han dado más para el beneficio del capitalismo salvaje, que el del país y de sus ciudadanos, justo lo que ha sucedido en EU en donde las corporaciones han buscado su beneficio, antes que el del país y el de los estadounidenses.
En México, ni siquiera nuestros alimentos somos capaces de producir, un sector quizá hasta más importante que la misma industria, pues, primero que nada, debemos de comer.
Y los problemas que ya de por sí se le presentan a EU con su desindustrialización, tienden a agravarse, pues hasta la calidad de sus productos va en picada, como recientemente se mostró al revelarse que autos de modelos 2004 de General Motors tenían un defecto que apagaba de repente el motor y atascaba el volante, lo que ha ocasionado muchos accidentes y muertes (http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/04/140401_eeuu_carros_general_motors_msd.shtml).
Ese defecto pudo haberse arreglado con menos de un dólar por auto, sólo 57 centavos, pero la nefasta empresa adujo que, como estaba siendo “rescatada”, no podía darse el lujo de “gastar tanto”. Ahora le saldrá mucho más caro, pues tuvo que hacer un llamado a todos los propietarios de esos vehículos y tendrá que indemnizar a las familias de las víctimas.
¡Vaya absurdo, haber querido ahorrar menos de un dólar por auto! Con ese criterio tan estúpido, entonces que GM, en lugar de seguir fabricando autos, que mejor importe y venda en sus agencias vehículos chinos. Quizá hasta gane más.
De acuerdo a lo señalado por el profesor Smil, así como va EU, hasta eso es posible ya.