viernes, 18 de septiembre de 2015

De cómo el capitalismo salvaje niega la propiedad de lo que se compra



De cómo el capitalismo salvaje niega la propiedad de lo que se compra
por Adán Salgado Andrade


El capitalismo salvaje siempre ha mantenido una tenaz competencia tecnológica en todos sus sectores, con tal de que sean solamente unas cuantas compañías las que salgan avante dentro de ese canibalismo industrial.
A lo largo de su existencia, cientos de empresas y corporaciones han sido creadas y destruidas por esa ley capitalista de que únicamente las más fuertes, o sea, las más avanzadas tecnológicamente y con más recursos, más capital, sobre todo, sean las que prevalezcan. Muchas de las que logran sobrevivir es porque no sólo avanzan tecnológicamente sino que, incluso, cambian del giro original al que se dedicaban inicialmente, pues es muy difícil que tal sobrevivencia se logre si se insiste en únicamente dedicarse a hacer siempre lo mismo. Uno de tales emblemáticos ejemplos es la empresa estadounidense General Electric, GE, la que comenzó hace más de cien años tan sólo fabricando lámparas incandescentes. Actualmente, el porcentaje que representa la fabricación de focos es del uno por ciento. Para seguir activa, GE ha debido no sólo adoptar los cambios tecnológicos para continuar fabricando focos, sino que ha debido también diversificarse, tanto que, como señalé, los focos ahora constituyen la parte más pequeña de sus actividades. Actualmente, la parte más importante de dicha empresa es su división financiera, llamada GE Capital, la que representa, increíblemente, la mitad de sus negocios, 50%. Otro muy importante porcentaje de sus actividades lo constituyen sus sistema de electrificación, como plantas y estaciones productoras de electricidad, las que representan casi el 12%. Y, claro, no podían faltar sus actividades relativas a la fabricación de equipo militar, ya que GE fabrica los motores que impulsan los jets militares F/A 18E Super Hornet, muy empleados por el Pentágono.
Otro caso es el de la empresa japonesa Sony, la que comenzó hace más de sesenta años haciendo freidoras de arroz, para luego convertirse, en los años 1970’s y 1980’s, en líder de productos electrónicos, tales como cámaras, videograbadoras, videocaseteras, equipos de sonido y así. Sin embargo, ante la fuerte competencia de otras empresas japonesas, además coreanas y chinas, de repente dio un verdadero giro, adquiriendo a inicios de los 1990’s la empresa fílmica estadounidense Columbia Pictures. Actualmente, también más de la mitad de los ingresos de Sony se originan por su muy importante división fílmica, que incluye a Columbia Tristar (ahora Sony Tri-star), así como a Sony Pictures y su división de efectos especiales. De no haber sido por ese repentino giro, Sony habría sucumbido ante la fuertísima competencia de empresas coreanas como Samsung o LG.
Pero también, cuando no basta con los avances tecnológicos o los cambios de giro para subsistir, el capitalismo salvaje tiene excelentes aliados en las mafias políticas que comparten su insaciable poder.
Escribí en otro artículo cómo, por ejemplo, corporaciones estadounidenses recurren a la mafia política de Estados Unidos (EU) para proteger aguerrida y hasta criminalmente sus derechos de copyright, más ahora que supuestamente el Internet ha propiciado, según las empresas, que se infrinja la propiedad intelectual. Fue el caso de cuando en enero del 2012 se actuó contra la ya extinta empresa Megaupload, cuyo creador y dueño, el señor Kim Dotcom, fue prácticamente secuestrado en su casa de Nueva Zelanda. Arbitrariamente, el “gobierno” de ese país dejó actuar libremente, nada menos que al FBI, agencia estadounidense que, en clara violación a la “soberanía” de tal, entreguista país, coordinó el asalto a la mansión de Dotcom, a quien se le imputaron cargos de piratería y “apropiación” ilegal de propiedad intelectual, tanto de estudios cinematográficos, así como de compañías musicales. De nada valieron los argumentos que trató de dar Dotcom, de que, de ninguna manera, su empresa alentaba la piratería y que lo único que hacía era permitir la descarga de material de todo tipo sin que mediara, afirmó, el lucro de por medio. Y aunque así hubiera sido, la forma en que se le trató fue totalmente humillante, pues no sólo se le obligó a cerrar la empresa, sino se le confiscaron todos sus bienes, incluida su casa, para “pagar” una “compensación” a las empresas perjudicadas, además de que se le impusieron fuertes multas, y de que tuvo que pasar algún tiempo en la cárcel. Dotcom actualmente entabla una demanda contra EU, con cargos desde allanamiento ilegal de morada, violación a la soberanía de un país (al que también demandó), así como ilegal secuestro y encarcelamiento en Nueva Zelanda (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/03/el-capitalismo-salvaje-y-su-salvaje.html).
Lo mismo hizo EU cuando, de nueva cuenta, agentes del FBI, que operaron como si estuvieran en su propio país, arrestaron en Latvia a Rodolfo Rodríguez Cabrera, un cubano muy hábil en copiar y hackear máquinas tragamonedas fabricadas por la empresa International Game Technology, IGT. Hasta ese lejano país llegó la “justicia estadounidense” a proteger los intereses de IGT. De nada valieron las justificaciones que dio Cabrera, de que por ser ferviente admirador de IGT, había intervenido la tecnología de tales máquinas y ya estaba haciendo las suyas propias. Quizá en este caso haya tenido IGT algo de razón para pedir la actuación de la “justicia”, pero tampoco justifica que por “ejercer” tal “justicia”, se deba de actuar en contra de la ley, como hace EU muy frecuentemente, a través de sus agencias policiacas (ver artículo citado).
Pues bien, empleando tal paranoia “defensiva”, ahora el capitalismo salvaje pretende negar la propiedad de lo que se compre, arguyendo que aunque vende determinado producto, tal venta no da derecho pleno sobre dicho producto.
En un artículo reciente de la revista tecnológica Wired, se expone cómo tal argumento está siendo empleado por la empresa fabricante de maquinaria agrícola John Deere, la que alega que el precio pagado por sus tractores, no da derecho a los compradores a intervenirlos, sobre todo en su software, aun cuando se trate de repararlos.
Señala la empresa que el precio pagado sólo autoriza el uso de tales máquinas, pero que, en caso de que se llegaran a descomponer, el “propietario” o, más bien, el “concesionario”, como ahora dicha empresa pretende ver a sus clientes, no está autorizado a manipular el software que emplea el tractor, incluso cuando se trate de repararlo, pues eso sería invadir y violar propiedad intelectual.
Señala Kyle Wiens, autor del artículo, que el argumento de la empresa para impedir que un granjero al que se le descomponga su tractor y busque cómo repararlo, es que “manipulando” el software del tractor, por ejemplo, podría, entre otras cosas, tener como negativa consecuencia el “piratear” música. Y, señala Wiens, irónico, que no ve cómo un ocupado granjero pueda bajar música cuando está arando o cosechando sus tierras y si eso, piratear música, sea realmente de su interés.
Ese mismo pobre e infundado argumento, está siendo empleado por muchas corporaciones, las que se oponen a dejar abiertos los sistemas operativos de sus productos, como autos, por ejemplo. General Motors, por citar una, está también de acuerdo con el argumento de John Deere, en el sentido de que, al dejar libres los programas computacionales de sus autos, eso daría lugar a piratería y a realizar modificaciones que afectaran la operación y rendimiento de sus vehículos, como que tuvieran más velocidad al modificar su sistema mecánico. Pero, como dice Wiens, es también absurdo el argumento, ya que si un automovilista excede la velocidad, será multado por la policía o si modifica el rendimiento de gasolina, será sancionado por la EPA, la agencia que se encarga en EU de verificar, según, que se “contamine” digamos, dentro de las “normas”. 
En realidad, lo que subyace tras de todo eso es el miedo atroz que las empresas tienen de perder la supremacía tecnológica, más en esta época en que es relativamente fácil copiar y/o piratear tecnología como, en efecto, hacen muchas empresas, chinas, sobre todo. El llamado R&D, es decir, la investigación y el desarrollo, son tareas que se han facilitado mucho debido a que cada vez, debido justo a los adelantos tecnológicos, es más fácil su generalización, ya que esos mismos adelantos, se acompañan de las técnicas que permiten tal generalización (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2007/11/el-outsourcing-en-r.html).
Por ejemplo, cómo se va a evitar la piratería de material fílmico o musical si existen aparatos duplicadores o el formato mp3, que facilita mucho más copiar y transferir archivos de cualquier tipo.
El problema radica también en que en EU la Digital Millennium Copyright Act, DMCA, absurda ley que determina qué es una máquina y qué es un programa, no tiene muy claro qué es lo que sí se puede copiar y lo que no, pero, en todo caso, lo que sí es evidente es que es una forma oficial, muy caduca, de “proteger” a las empresas y sus productos.
Pero muchos cuestionan a la DMCA, expresando que, en lugar de proteger a las empresas mediante absurdas prohibiciones, como lo que arguye John Deere, con tantas trabas lo único que hace es retrasar la innovación, ya que, por ejemplo, si por ella se protege una patente o un producto que pudieran mejorarse mediante alguna modificación, es una forma de, en efecto, retrasar o, de plano, detener cualquier intento de buscar mejores productos.
Arguye Wiens que por eso es que se alienta, con esa posición, que las empresas sean hasta conformistas y que no ofrezcan más que aquello que les siga conviniendo, que no afecte el consumo de sus productos, aunque éstos sean muchas veces mediocres y funcionen mal. Es lo que ha sucedido con las empresas automotrices estadounidenses, las que quedan, que por sus prácticas más bien monopólicas y no de avances tecnológicos, han ido sucumbiendo ante el mercado asiático y europeo de vehículos, con autos que incluso ahora gastan más combustible y son menos eficientes en comparación con vehículos de los 1960’s (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/05/decadencia-y-desindustrializacion-de.html).
Advierte Wiens que una consecuencia de poner candados a los sistemas operativos de la maquinaria que fabrica John Deere es que ya ha visto a granjeros que no pueden reparar su costoso equipo, justo por tales candados, con tal de que técnicos independientes no puedan acceder al software para arreglar la falla. Por eso, señala, es que muchos granjeros han preferido comprar maquinaria vieja, para que no sea computarizada y que no enfrenten esos problemas. De que sirve, entonces, agrega Wiens, tanto supuesto avance, si al final, los consumidores podrían ir, incluso, a la cárcel si deciden por su propia cuenta intervenir sus adquisiciones para, ya no digamos, mejorarlas, sino al menos repararlas.
Claro que las empresas lo hacen para garantizar no sólo el consumo de sus defectuosos productos, sino de sus muy costosas reparaciones, cuando la venta de aquéllos disminuya. Subyacen, pues, las trampas para obligar a todo tipo de consumo. Incluso, se programa lo que venden para que tenga una vida útil, cada vez más corta, que ni siquiera se puedan reparar, con lo que se llama la obsolescencia programada (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/10/la-obsolescencia-programada-el.html).
Pero, finalmente, de lo que se trata, es de otro nuevo intento del capitalismo salvaje por perpetuar su muy decadente y enfermiza sed de insaciables ganancias y poder. Aunque con ello, termine de depredar lo que aun nos queda de este pobre planeta.

                  Contacto: studillac@hotmail.com