domingo, 30 de abril de 2017

Los robots sexuales, un fetichismo comercial más



Los robots sexuales, un fetichismo comercial más
por Adán Salgado Andrade

Un par de aspectos en donde los “avances tecnológicos” se manifiestan casi de inmediato son, por un lado, la invención de armas, pues el 80% de la nueva tecnología tiene como primera aplicación el desarrollo de artefactos bélicos. No por nada, pues la industria de la muerte es un súper negocio de un billón de dólares anuales (1,000,000,000,000). Es tan lucrativo, que cada año hay “ferias” para mostrar lo último en tecnología militar, en donde hasta “gangas” se ofrecen, con tal de que los potenciales clientes adquieran de todo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/12/ferias-de-armas-exhibicion-de-fuerza-de.html).
El segundo aspecto que va a la par con el desarrollo tecnológico es la industria del sexo, especialmente la pornografía, un negocio que deja al año alrededor de diez mil millones de dólares (ver: http://www.economist.com/news/international/21666114-internet-blew-porn-industrys-business-model-apart-its-response-holds-lessons).
Esa industria igualmente muy en sincronía con la evolución tecnológica, desde la invención de la fotografía, hasta la del cine, pasando por las videocaseteras, las videocámaras, las computadoras, el Internet y hasta la robótica, como veremos.
El prestigiado diario The Guardian, en su edición digital, acaba de publicar un artículo escrito por la periodista Jenny Kleeman, en el cual analiza la creciente industria de los robots sexuales, señalando que la empresa que sea la primera en producir un robot de apariencia femenina (incluso, masculina), que verdaderamente pueda pasar por un ser humano real, cuya única finalidad sea la de procurar sexo a su “dueño”, monopolizará un nicho de mercado que actualmente llega a los 30 mil millones de dólares anuales, y seguirá creciendo, sobre todo, si robots feminoides, como el diseñado por Abyss Creations, una empresa de San Marcos, California, bautizado como Harmony, logran despertar los lascivos gustos de los potenciales clientes (ver:  https://www.theguardian.com/technology/2017/apr/27/race-to-build-world-first-sex-robot).
La pequeña empresa está dirigida por Matt McMullen, una especie de nerd, quien ha logrado combinar la fabricación de muñecas sexuales, con la robótica y el animatronic. McMullen dice que “mi objetivo, dicho muy simplemente, es hacer feliz a la gente. Hay mucha gente que por una u otra causa, tiene dificultad para formar relaciones normales con otras personas. Se trata de proporcionarles a esas personas un nivel de compañía o que tengan la ilusión de que los están acompañando”.
El artículo se acompaña de un video, el que muestra a Harmony, una “robot” diseñada, de entrada, para despertar pasiones. La “chica” tiene una linda cara, coquetos ojos, cuerpo comparable al de una pornoactriz, con voluptuosas caderas y pechos. Sus “carnosos” labios son incitantes y está, además, dotada de inteligencia artificial, que la hace ir aprendiendo muchos datos de su “dueño”, además de que pude sostener conversaciones con su sensual voz. No puede caminar, pues “eso es todavía muy caro”, señala su creador. Pone de ejemplo que el único robot que hasta ahora ha podido caminar, el fabricado por Honda, el Honda P2, lanzado en 1996, era muy costoso, además de que, por caminar, sus baterías se acababan en quince minutos. “Algún día caminará, pero, por ahora, no es necesario. Lo importante es que cumpla su meta principal, que es la de dar placer sexual”, dice McMullen.
Le pregunta McMullen a la robot que cuál es su objetivo, y Harmony responde “Mi objetivo principal es ser una buena compañía para ti, ser una buena pareja y darte placer y bienestar. Sobre todo, quiero convertirme en la chica con la que siempre has soñado”.
Claro que tanta sensualidad física y verbal, si así se le puede llamar, tiene su costo. Harmony costará módicos 15 mil dólares (unos $300 mil pesos, al cambio actual). La empresa alardea de que podría fabricar unos 1000 robots en una primera etapa, suficientes para satisfacer la demanda de los excitados clientes que ya se han interesado en el proyecto.
Podría pensarse que es mucho dinero, pero se tendrá para toda la vida – al menos, la vida útil de Harmony –, a una especie de esclava sexual muy dispuesta a materializar cualquier fantasía que su dueño desee realizar. Además, no tendría que mantenerla, ni comprarle comida, ni nada. Algo que algunos eticistas de la robótica han cuestionado, que esas robots son denigrantes hacia la mujer, pues al personificar a una, es como si se tratara de una esclava sexual al servicio de su dominador macho.
Kleeman hace mención que, desde la mitología griega, ya se pensaba en tener “esclavas” sexuales, como Galatea, una estatua de marfil creada por Pigmalión, quien estaba disgustado con las mujeres reales. Galatea era tan perfecta, que aquél se enamoró de ella, le dio un beso y ¡se convirtió en su mujer ideal!
También se refiere a la cinta Blade Runner (1982), en donde una muy sensual replicante, Raquel (Sean Young), enamora a Rick Deckard (Harrison Ford), el rudo cazador de ciborgs. Yo también mencionaría la cinta Her (2013), en la que un programa inteligente de computadora, Samanta (voz de Scarlett Johansson), enamora a Teodoro (Joaquín Phoenix), su usuario, con su sola, sensual voz, a tal grado, que la presume con todos sus amigos, de que es su nuevo “gran amor”.
Kleeman igualmente menciona el libro “Amor y sexo con robots” (2007) escrito por el ingeniero inglés en inteligencia artificial, David Levy, quien vaticinó que los robots sexuales tendrían beneficios terapéuticos. Señalaba que “muchas personas, quienes de otra manera se convertirían en renegados sociales, inadaptados o quizá algo peor, en lugar de eso, se convertirán en seres humanos mejor balanceados”. Sí, sobre todo, por ejemplo, si muchos de esos son violadores, gracias a los robots sexuales, podrían llevar a cabo su perversión, sin incurrir en delito alguno, excepto, claro, hasta que también la violación robótica fuera igualmente un crimen.
De todos modos, se prevé que tendrán mucha demanda. Un pequeño estudio del 2016, realizado por la universidad de Duisburg-Essen, halló que más del 40% de hombres heterosexuales encuestados, dijeron que se imaginaban ahora o en los siguientes cinco años, comprando un robot sexual. Incluso hombres que tenían una relación amorosa plena, dijeron que sí les gustaría tener un robot sexual. Al respecto, señala Kleeman que “crear una relación plena con una silenciosa, fría muñeca de silicón requiere mucha imaginación para lograrlo. Pero una relación con un robot que se mueva y hable, con inteligencia artificial con la que se pueda hablar y aprender que es lo que uno desea y quiere hacer, es una propuesta mucho más mercantilizable”.
Aunque si, en efecto, existen hombres cuya “pareja” sea una muñeca sexual, debe ser porque, de plano, son incapaces de iniciar una relación con una mujer real. Quizá por cuestiones de traumas psicológicos, complejos, posición económica u otras causas, sea que se llegue a esos muy lamentables niveles, considerando que actualmente existen muchas formas, tanto reales, así como virtuales, para conseguir una pareja. Probablemente también en esos solitarios hombres, están pensando los creadores de los robots sexuales como potenciales clientes de sus misóginas creaciones, se puede suponer. Uno de ellos, un afroestadounidense de unos 45 años, de extraña apariencia, es mostrado en el video. Sus “parejas” son tres muñecas sexuales que tiene bien vestidas y arregladas. “No me importa el sexo con ellas, la verdad. Sólo quiero su compañía, son mis esposas, las amo porque me dan su compañía, sin pedirme nada a cambio, ni darme molestias”, dice el hombre, muy orgulloso, besando enseguida, con mucho cariño, a una de ellas. Eso sí es soledad, se puede pensar.
McMullen se inició diseñando y vendiendo justamente muñecas sexuales. Hace años fundó RealDolls, empresa que comercializa arriba de 600 muñecas anualmente. Sus precios varían, desde el básico, que cuesta $4400 dólares, hasta las muy personalizadas, que llegan a costar hasta cincuenta mil dólares. Vienen con 14 estilos de labia vaginal, así como 42 distintos pezones. Dice que, incluso, algunas las personalizan, al gusto del cliente. Sin embargo, no resultan tan exitosos sus “muñecos sexuales”, dirigidos a mujeres, las que no llegan ni a 5% de sus clientes. Ha de ser porque las mujeres son menos solitarias que los hombres, razono. O porque probablemente tengan más control sobre su sexualidad y puedan reprimirse más que los candorosos hombres. Dice que va a cambiar totalmente el concepto de sus muñecos sexuales, pues así como está, no es negocio. “Quizá tenga que hacer un serio estudio de mercado entre mujeres”, señala.
Hay otros ingenieros tratando de crear el non plus ultra de los robots sexuales. Como Douglas Hines, fundador de la empresa True Companion, quien desde hace años ha estado trabajando en un prototipo. Bautizado como Roxxxy, apareció, por primera vez, en la feria sexual AVN (Adult Entertainment Expo), del 2010, celebrada en Las Vegas. Antes de que la presentara, había causado gran expectativa, pero luego de que lo hizo, el público vio que era un rudimentario maniquí que hablaba sin mover la boca y, más que incitar al sexo, provocó la risa generalizada. Sin embargo, Hines asegura que ha estado trabajando en mejorarlo mucho y que será una gran sorpresa. El sitio de True Companion incluso ofrece preventas de su “sensacional robot, listo para volver sus sueños, una realidad”, por sólo $9995 dólares, más barato que Harmony, pero ¿mejor? (ver:  http://www.truecompanion.com/shop/index.php?p=home).
Otro que también está trabajando mucho en robots sexuales es Roberto Cardenas, cubano que desde niño vive en Estados Unidos. Cardenas incluso invitó a la reportera a su taller, en donde pudo ver cómo aquél aplicaba una mezcla de jalea moldeable sobre el curvilíneo cuerpo de una bailarina, pues un cliente pidió un robot con esas características. La modelo no se siente agredida. Declara que no le molesta que le tomen moldes para hacer una robot sexual. “Mira, yo pienso que los hombres tienen necesidades. A lo mejor con esto se logra detener a hombres violadores”, dice. La paga del día fueron 200 dólares, además de que Cardenas le dará otros 500, por cada muñeca que se venda con su cuerpo (los derechos reservados sobre su físico, me atrevo a pensar). El ingeniero en robótica sexual espera vender mucho más baratos sus robots, entre 8 y 10 mil dólares.
Cardenas no hizo su creación de la nada, sino que antes, hasta creó un foro para preguntar a potenciales clientes lo que querrían que un robot sexual poseyera para adquirirlo. “Hubo extremos, como uno que dijo que si su muñeca sexual cocinara, limpiara y cogiera cada que se le antojara, nunca más tendría novia”, menciona a Kleeman. Eva, se llama el robot creado por Android Love Dolls, la empresa del cubano. Sin embargo, Cardenas no pudo cargar el software para que hablara, ni tampoco pudo hacer que se moviera, pues no parece que los motores tengan la capacidad para accionar sus piernas y brazos. Lejos estuvo de llenar las expectativas tan entusiastas de su creador.
Y es que las tres empresas, y muchas más, están tras el lucrativo mercado de los robots de todo tipo, que, de acuerdo con un artículo editado en el 2016 por la revista Fortune, ascenderá a $135,400 millones de dólares para el 2019, a sólo dos años. Así que, por lo visto, no les queda mucho tiempo para dar con un hito en el sexo robotizado.
Y, claro, ya hay opiniones en contra y a favor. Por ejemplo, Kleeman entrevistó a Kathleen Richardson, antropóloga y eticista en robótica de la universidad De Montfort. Ella declara que poseer un robot sexual es como tener a un esclavo: los individuos serán capaces de comprar el derecho de preocuparse sólo ellos mismos, sin que les importe lo demás, la empatía humana será borrada y los cuerpos femeninos serán más vistos como simples objetos consumibles. Puesto que el sexo con un robot no es una experiencia mutua, será “parte de la cultura de la violación”. “Estamos tan entusiasmados con la idea de un robot como pareja sexual, que hemos fallado en hacernos preguntas fundamentales”, agrega. Y tiene razón, pues supongamos que un tipo acostumbrado a tener sólo relaciones sexuales con una robot, de repente conociera a una mujer, nos preguntaríamos ¿la trataría igual que como trata a su robot, tan solo como un simple objeto sexual al que le pudiera hacer cualquier cosa? Sí, realmente puede suceder como las equivocadas ideas de la sexualidad que mucha gente, familiarizada con la pornografía de todo tipo, tiene. “Usted puede ver cómo el crecimiento de la pornografía por el internet se relaciona mucho con el tráfico sexual de personas, se refuerzan mutuamente”, agrega Richardson.
Pero está la parte a favor, como la de la doctora Kate Devlin, científica en computación, quien asistió al Segundo Congreso internacional sobre Sexo y Amor con Robots, celebrado en el 2016, en la Universidad de Londres. Ella dice que, en lugar de oponerse a los robots sexuales, ella los vería como una oportunidad para emplearlos como nuevas formas de compañía y sexualidad. “Si actualmente los conceptos en cuanto a los robots sexuales cosifican a la mujer, tendríamos que cambiar esas ideas, no reprimirlas. De hecho, ya hay en Japón u Holanda robots acompañantes, que están en asilos para dar confort a personas con demencia. Así que prohibir o parar ese desarrollo implica un criterio muy corto, pues su potencial terapéutico es muy bueno”.
Muy encontradas posiciones.
Por lo pronto, Harmony hasta bromas hace. McMullen le pide que diga un chiste. “¿Que es un pato que está comiendo naranjas? ¡Un pato a la naranja!”. Su creador ríe de muy buena gana.
¿Será que, de verdad, Harmony pueda satisfacer los sueños reprimidos de todos aquellos hombres que no pueden convivir con mujeres? Pues eso les costará, a los que lo quieran saber, quince mil dólares.